sábado, 3 de agosto de 2019

EL RETABLO DE SAN FÉLIX

La basílica menor de Santa María de la Asunción es un monumento histórico artístico que justifica por sí mismo la visita a Arcos de la Frontera, por otra parte uno de los pueblos más bellos de la provincia de Cádiz. Esta iglesia fue fundada a finales del siglo XIV sobre los restos de una mezquita árabe y su construcción se prolongó durante varios siglos. Tiene planta de salón, bóvedas estrelladas hispanoflamencas, pilares circulares compuestos por finos baquetones y una cabecera ochavada, que fue transformada en la primera mitad del siglo XVI, cuando le fue añadida una corta bóveda de casetones y un magnífico retablo renacentista; este retablo, por cierto, ocultó una pintura mural gótica que decoraba inicialmente el presbiterio, y fue afortunadamente recuperada y trasladada a la pared de la nave del Evangelio en 1962. Entre los arquitectos que intervinieron en la construcción de Santa María se encuentran Diego de Riaño, Juan Gil de Hontañón, Alonso Rodríguez, Martín de Gainza y Hernán Ruiz El Mozo, la mayoría de ellos vinculados a las obras de la Catedral de Sevilla.
El interior es de gran esplendidez, con una sillería de coro barroca, un órgano y un buen número de cuadros, retablos y altares, entre los cuales destaca este dedicado a San Félix, situado en mitad de la pared del lado del Evangelio. Está fechado en 1770 y atribuido al escultor jerezano Andrés Benítez y Perea. Es una mezcla de las tipologías de retablo-relicario y retablo-escaparate porque en su parte central hay un expositor con la momia incorrupta del santo, y este a su vez está protegido por una vitrina de cristal. La composición adopta la forma de un arcosolio enmarcado por columnas monumentales, a modo de arco triunfal, sobre el que se alza un segundo cuerpo cuadrangular con un relieve ovalado en su interior, y en lo alto un remate con forma de corona. La transición entre el arcosolio y el segundo cuerpo se hace mediante potentes molduras sobre las que se apoyan esculturas de ángeles de tamaño natural. Por su parte, los perfiles exteriores están adornados con lambrequines, rocallas y retorcidas filigranas que son características de la platería y de la escultura barroca jerezanas, de gran profusión y aparatosidad.
Sin embargo, el color predominante en este retablo no es el dorado sino el blanco, puesto que las partes principales de la estructura no son de madera estofada sino que imitan jaspes de colores claros. Esta impresión queda enfatizada por las dos figuras de ángeles, muy berninianos, que enmarcan el segundo cuerpo; parecen estatuas de mármol blanco, casi exentas, y otorgan gran dinamismo a la composición porque se salen completamente de los límites de la estructura. Su corporeidad traspasa la función decorativa y les convierte en una conexión mística fundamental entre el mundo terrenal y el celestial, siguiendo una concepción semejante a la que el propio Andrés Benítez aplicó en otros retablos de Jerez de la Frontera.
En cuanto a la momia de San Félix, fue traída de Roma por orden del papa Clemente XIII. Esta decisión fue consecuencia de su mediación en un pleito existente desde 1750 entre las dos principales iglesias de Arcos de la Frontera, la de San Pedro y esta de Santa María de la Asunción, por demostrar su primacía y mayor antigüedad. El Papa consideró que la de Santa María era más antigua y le obsequió con las reliquias de este santo italiano, que fue martirizado en Roma a finales del siglo III. En ese contexto y esas fechas constan en los martirologios varios santos con el mismo nombre. Entre los más significativos están, primero, un San Félix Mártir o San Félix de Roma, del que apenas hay datos pero que se sabe seguro que fue enterrado en unas catacumbas de la Via Portuense. Segundo, un San Félix de Milán, que era un soldado romano de la Mauretania Caesariensis que fue martirizado por Diocleciano en el 303 y enterrado por San Ambrosio en Milán, aunque sus reliquias fueron posteriormente trasladadas a la Catedral de Colonia por el emperador alemán Federico Barbarroja. Y finalmente un San Félix de Nola, que fue perseguido, encarcelado y liberado por un ángel, después de lo cual llegó a ser nombrado obispo y, aunque no murió de manera violenta, fue reconocido como mártir por los sufrimientos que padeció; su tumba se situó en Nápoles y se convirtió en un centro de peregrinación aunque en Roma se le dedicó una basílica.
Esta diversidad de personajes con el mismo nombre se manifiesta en la confusa iconografía del retablo que nos ocupa. El cuerpo mostrado en la vitrina está vestido como un caballero y porta una espada, lo que haría referencia a la condición de soldado romano, antes mencionada. Pero el relieve ovalado de la parte superior es una variante iconográfica del tema de la imposición de la casulla a San Ildefonso, por parte de la Virgen María, lo que haría alusión a la dignidad de obispo. Sea quien fuere realmente, el cuerpo incorrupto de San Félix fue traído de Roma y trasladado a Arcos de la Frontera en 1764, donde se expuso para la veneración pública en este retablo. Además de los brazos y la vestimenta, que desde luego es muy posterior a la época en la que el santo fue presuntamente asesinado, es visible una hoja de palma, símbolo de su martirio, así como un relicario dorado con forma de copa, situado a los pies. El conjunto puede resultar un tanto macabro pero se justifica por la importancia que en la religiosidad barroca adquirieron las manifestaciones sensoriales y la devoción hacia los elementos materiales de la fe. Estos aspectos se hicieron básicos a partir del Concilio de Trento y formaron parte indisoluble de la manera de pensar de la gente durante los siglos XVII y XVIII, especialmente en Andalucía. 


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Este blog pretende ser un recurso didáctico para estudiantes universitarios, pero también un punto de encuentro para todas aquellas personas interesadas por la Historia del Arte. El arte es un testimonio excepcional del proceso de la civilización humana, y puede apreciarse no sólo por sus cualidades estéticas sino por su función como documento histórico. Aquí se analiza una cuidada selección de obras de pintura, escultura y otras formas de expresión artística, siguiendo en ciertos aspectos el método iconográfico, que describe los elementos formales, identifica los temas que representan e interpreta su significado en relación a su contexto histórico y sociocultural.