El monasterio de Santo Estevo, en la Ribeira Sacra de Orense, conserva un magnífico relieve tallado en granito, procedente de un retablo románico que los especialistas han datado entre los siglos XII y XIII. La pieza se encuentra hoy adecuadamente expuesta y puesta en valor a la izquierda de la capilla mayor de la iglesia, pero estuvo oculta durante siglos. En unas obras de restauración realizadas en 1950, apareció empotrada y cubierta de cal en una pared del segundo piso del llamado Claustro Dos Cabaleiros. Su función como retablo parece probada por la propia disposición de la pieza, que no podía utilizarse como frontal de altar por su forma triangular ni como tímpano arquitectónico, por su gran tamaño y porque el basamento está compuesto de dos tramos unidos entre sí, y no uno solo como sería lo lógico.
La composición e iconografía son sencillas; Cristo aparece en el centro de la composición secundado por los doce apóstoles, todos de frente y de pie, tocados con un nimbo de santidad y cobijados por arcos de medio punto. Los tres personajes principales son de mayor tamaño, están enmarcados por dos columnas a los lados, y muestran delante de cada uno un símbolo que les identifica: Cristo una corona real y una cruz triunfal, Pedro unas llaves y un libro, Pablo una espada y una filacteria. El resto de los apóstoles porta de forma genérica libros alusivos a su labor evangelizadora, y van disminuyendo su estatura conforme se aproximan a los extremos, en un esfuerzo por adaptarse a la forma triangular del frontón.
Sus actitudes son variadas; dos enseñan las palmas de las manos, uno señala con el dedo a Cristo y otros se apoyan en báculos. Algunos tienen los pies desnudos, como es habitual en la iconografía medieval, y otros llevan un calzado puntiagudo. Destaca la figura de Santiago Apóstol, a la izquierda de San Pedro. Lleva pegada al hombro la concha de peregrino, lo que le convierte en una de las representaciones más antiguas de esta iconografía particular. También es característica la figura más joven, imberbe y apesadumbrada, en el último puesto de la derecha, que puede identificarse como San Juan.
La base de toda la composición es un bancal de 250 cm de largo jalonado por una galería de arcos de medio punto, sobre la cual se dispone una imposta adornada con pequeñas pomas. La cara posterior de la obra también está esculpida con una arquería románica de trece tramos, rematada por pomas y rombos, que se adaptan en altura a la forma triangular del conjunto. En el arco central vuelve a aparecer Jesucristo en actitud de impartir su bendición. La obra, en fin, es absolutamente fantástica tanto por su preciosismo como por su maravillosa ingenuidad.