Caspar David Friedrich fue un pintor alemán especialmente
conocido por sus paisajes, siempre imbuidos de un profundo misticismo religioso
que desvelaba la conexión existente entre la espiritualidad medieval y la
admiración por el pasado histórico característica del Romanticismo. En pocas ocasiones,
en cambio, Friedrich se inspiró en los acontecimientos de su propia época, como
en este cuadro de 93,5 x 73,4 cm, que se guarda en la Kunstsammlungen de Weimar.
Por su temática política, está fuertemente relacionada con otras obras suyas
como Tumba de héroes antiguos (1812),
Cazador en el bosque (1813), y Cueva con tumba (1814). Estos tres
cuadros se inspiraron en las guerras
napoleónicas, mientras que La tumba de
Hutten (1823-1824), que hoy nos ocupa, se relaciona con el décimo
aniversario de aquella sublevación contra Napoleón y con el 300 aniversario de
la muerte de Ulrich Hutten, ensalzado en Alemania como defensor de la libertad
y de la Reforma Protestante.
Ulrich von Hutten (1488-1523), originario de
Fulda, fue un caballero y humanista del Renacimiento que se distinguió por sus
escritos en contra de la Iglesia Católica, incitando al pueblo germano a que se
levantara contra el dominio del Papado. Su controversia religiosa, alineada con
las opiniones de Lutero y Zwinglio, derivó en una abierta oposición a la
situación política del Sacro Imperio Romano-Germánico. Por ello es considerado
uno de los principales impulsores del nacionalismo alemán y su figura fue imitada
como ejemplo a seguir frente a cualquier tipo de opresión, como la perpetrada
por los ejércitos de Napoleón en la primera década del siglo XIX.
A pesar de ello, y por extraño que pueda
parecer, cuando Friedrich pintó este cuadro aún no existía ningún monumento a
Hutten en Alemania. Así que el pintor imaginó una tumba en mitad de las ruinas
del ábside de una iglesia gótica, abandonada y cubierta de vegetación. La forma
poligonal de este ábside, con cuatro ventanas lobuladas, muy altas y estrechas,
enmarcadas por dos muros semiderruidos, está tomada de una acuarela anterior del
propio Friedrich (1810), que reproduce los restos del coro del monasterio de
Oybin, en Sajonia. Por otra parte, el tema de las ruinas medievales es muy
habitual en la pintura romántica y sirve para retrotraer al espectador a un
pasado histórico lejano, cargado de espiritualidad. El gótico, además, fue
considerado el estilo nacional en Alemania por los teóricos del arte de finales
del siglo XVIII y principios del XIX.
La composición está dominada por el sarcófago,
en el centro de un espacio cerrado y en penumbra. Los muros limitan la vista
del horizonte, apenas vislumbrado entre los ventanales. Es curioso que
Friedrich no pintase el cielo abierto en ninguno de sus cuadros de tema
político. El sarcófago tiene varias inscripciones: en la base se lee «HUTTEN» y
en otras partes se incluyen otros nombres, apenas legibles, de pensadores
liberales y combatientes en las guerras contra Napoleón, seguidos de una fecha
que hace alusión a acontecimientos políticos relacionados con el desarrollo del
nacionalismo germánico. De esta forma se funden el pasado y el presente de Alemania.
A la izquierda, un hombre vestido con el traje típico del Lützower Freikorps
muestra sus respetos ante el monumento de forma reverencial. Los estudiosos discuten
sobre el lugar preciso en el que clava su mirada: si se dirige al sarcófago
parece que intenta descifrar las inscripciones para recordar a los héroes de la
patria; si lo hace hacia el suelo, está contemplando una mariposa que
representa el alma de Hutten a punto de emprender el vuelo hacia la eternidad.
Un detalle interesante es la estatua ruinosa
adosada a uno de los pilares de la derecha del ábside. La figura está decapitada
pero la cruz que porta en su mano la identifica como una alegoría de la fe
cristiana. Fides («fe» en latín)
también era una diosa de la Antigüedad a la que se encomendaban los oprimidos,
de modo que el simbolismo es doble. Según Börch-Supan, la estatua debe
interpretarse junto con la ruina de la iglesia y el árbol seco, como una
metáfora del fin de la religiosidad medieval. Pero la introducción de la diosa
Fides también puede considerarse una crítica a la Restauración del Absolutismo después
del Congreso de Viena. Desde este punto de vista, Friedrich estaría pronunciándose
en contra de la situación política de Alemania en la década de 1820, según la
cual el restablecimiento de las monarquías y del orden estamental generó de
nuevo un estado de opresión social igual que el que combatió Hutten en el siglo
XVI.