Este cuadro del año 1560, conservado en el Kunsthistorisches Museum de Viena, es una de las obras más encantadoras del pintor flamenco Pieter Bruegel, el Viejo. Formado como dibujante y grabador de estampas, Bruegel se dedicó a la pintura tardíamente, especializándose en la representación de escenas costumbristas y populares. Su estilo es muy peculiar, poblado de figuras numerosas y de tamaño menudo, que hormiguean rítmicamente por el espacio, sugiriendo el movimiento y el paso del tiempo. A pesar de este énfasis en lo narrativo y de la abundancia de detalles, sus composiciones son claras y se comprenden de forma unitaria. Esta idea de totalidad es enfatizada por la utilización armoniosa de una gama de tomos suaves, en los que predominan los ocres y amarillentos.
La obra que presentamos aquí es un buen ejemplo de ello y muestra con claridad la singular personalidad de Bruegel, que mantuvo inalterable a pesar de la impecable fuga de perspectiva de la esquina superior derecha, que parece directamente inspirada en las lecciones artísticas del Renacimiento Italiano. También conocido como Enciclopedia de juegos de los niños flamencos, escenifica hasta 84 juegos populares de los Países Bajos, algunos de los cuales continúan practicándose hoy. Bruegel pintó más de 250 niños jugando, haciendo ejercicios físicos, imitando actividades de los adultos y utilizando juguetes y objetos de todo tipo con una intención lúdica explícita. Entre los juguetes que los especialistas han conseguido identificar pueden verse máscaras, muñecas, tabas, un caballito de madera, aros, dados, zancos, peonzas, varas, molinillos, una petanca, etc.; y entre otros juegos se distinguen las escondidas, la sillita de la reina, el rey de la montaña, la cucaña, la gallinita ciega, el churro, el potro, las luchas a caballito y otras actividades de trepar, columpiarse y mantener el equilibrio, además de danzas, corros y pasacalles de diversos tipos.
Hasta la obra de Bruegel, los niños y su actividad lúdica habían sido casi completamente ignorados en la Historia del Arte Occidental. La infancia no era considerada una fase específica de la vida con sus propias características y necesidades, sino como un estadio preliminar de la madurez. De hecho, los niños eran frecuentemente tratados como pequeños adultos, y la pintura de Bruegel lo hace notar a través de las ropas de cada personaje: las niñas visten pañuelos en la cabeza, además de mandiles y faldas como sus madres, mientras que los niños llevan camisas y calzas como sus padres. Desde luego la vestimenta es un reflejo característico de cualquier sociedad, y por eso fue espléndidamente retratada por el artista, como también los juegos, las casas, los objetos y los propios comportamientos de los personajes. Por eso el cuadro tiene un extraordinario valor antropológico, porque nos permite comprender multitud de aspectos de la cultura flamenca de aquella época, al igual que otras obras costumbristas del mismo Bruegel, como Los patinadores, La Kermesse de Hoboken, La Fiesta de San Martín, El combate entre el Carnaval y la Cuaresma, o Los Proverbios Flamencos, todas ellas fechadas entre 1553 y 1560.
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