viernes, 10 de enero de 2020

INOCENCIA Y FIDELIDAD


Dedicamos la primera entrada del año a todos aquellos que tienen mascotas, dando a conocer esta preciosa escultura del italiano Giosuè Meli. Se trata de un grupo de mármol de tamaño natural, que representa a un niño pequeño acompañado de un perro, que le protege contra la amenaza de una serpiente. Se encuentra en el Palacio Stróganov, una de las principales mansiones aristocráticas de San Petersburgo. Este edificio, construido entre la Avenida Nevsky y el canal del río Moika a mediados del siglo XVIII, logró atesorar una suntuosa colección de libros, curiosidades naturales y obras de arte, gracias al generoso patronazgo de los sucesivos barones Stróganov, a la sazón la familia más rica de toda Rusia. 
La presencia de la obra Inocencia y fidelidad en San Petersburgo es consecuencia de ese afán por el coleccionismo, pero no de los Stróganov. En realidad, fue adquirida por la zarina Alexandra Fiódorovna, viuda del zar Nicolás I Romanov, durante uno de los frecuentes viajes por el sur de Europa, que le recomendaron los médicos para evitar los inviernos rusos, demasiado fríos para su precaria salud. La emperatriz de Rusia era una apasionada del arte y visitó el estudio del bergamasco Giosuè Meli en Roma. Allí compró la escultura, que fue posteriormente trasferida al Museo Estatal Ruso, una de cuyas sedes es hoy el Palacio Stróganov.
Fechada en 1854, Inocencia y fidelidad es un ejemplo típico de la estatuaria decimonónica. Está realizada con una técnica academicista muy depurada, un tratamiento terso y brillante de las superficies, y una apariencia final un poco relamida. Este tipo de escultura, que tiene sus raíces en la plástica neoclásica iniciada por los artistas Antonio Canova y Bertel Thorvaldsen, alcanzó una gran popularidad entre la aristocracia de toda Europa durante el siglo XIX. Sus temas se alejaron progresivamente de los grandes motivos históricos, mitológicos y religiosos, para centrarse únicamente en su intrínseco valor estético. En otras palabras, su función decorativa pasó a ser más importante que la representativa. De hecho, el carácter costumbrista, el pintoresquismo y los detalles amables de algunas representaciones les conectan con el Romanticismo. Al fin y al cabo, estas esculturas sirvieron sobre todo para enriquecer casas y palacios, con la simple intención de proporcionar placer a la vista. 
La escena presenta a un niño regordete, casi desnudo, recostado sobre el lomo de un perrito. El niño está profundamente dormido, como se aprecia en la boca y los ojos entreabiertos, así como en la postura de la mano, que reposa semiabierta sobre su regazo. A su lado, el perro se mantiene vigilante y apresa con la pata una serpiente que parecía acercarse a morder al niño. Su mirada está fija sobre el reptil y demuestra una clara determinación por defender a su amo ante cualquier peligro, enseñando las fauces. En la base hay frutos y plantas que completan el sentido decorativo del conjunto.
Es interesante la diferencia en el tratamiento de las superficies. La inocencia figurada por el niño tiene una piel muy pulimentada, de aspecto satinado; la fidelidad personificada por el animal tiene una textura más rugosa, que se explaya en algunos detalles del pelaje. La tela entre medias está animada por numerosos pliegues y cubre parcialmente a los dos protagonistas, lo que sirve de nexo de unión entre ambas. En definitiva, se trata de una obra maravillosa, aunque un poco cursi, que seguro fue muy del gusto de la época. 
Iconográficamente, conviene explicar el rol del perro como símbolo de la lealtad. Se trata de algo comúnmente asumido por toda la sociedad y en la Historia del Arte podemos encontrar numerosos ejemplos en los que se quiso expresar esta característica. Por ejemplo, en los monumentos funerarios de las damas medievales suele aparecer a sus pies un can, en referencia a la fidelidad conyugal. De forma más específica, la escena esculpida por Meli es una representación directa de una historia narrada en la Antigüedad por Erasto, que extractamos aquí según la recogió Cesare Ripa en su Iconología: 


«Un Caballero romano tenía un hijo único y de pocos meses, junto al cual se mantenía de continuo un perro de la casa. Y ocurrió que yendo a realizarse un día en la ciudad ciertos Juegos Militares, en los que el caballero debía intervenir, quiso su curiosa y despreocupada esposa participar del festejo; con lo que, encerrando a su hijo con el can en una misma cámara y haciéndose acompañar de todas sus siervas, subió a un palco que tenían en la casa desde donde podía observar cómodamente el transcurso de los Juegos. Vino entonces a suceder que por una hendidura de la pared apareció una horrible serpiente, dirigiéndose hacia la cuna para dar muerte al niño; mas siendo esta atacada por el perro, fue ella la que vino a recibir la muerte, dejando al fiel animal solo ensangrentado como efecto de sus propios mordiscos, sucediendo además que a causa del combate entre el can y la sierpe la cuna se volcara. El Aya, ante el espectáculo de la sangre y la caída de la cuna, volviendo y aun creyendo en la muerte del pequeño, con grandes lágrimas se dirigió junto a su padre, llevándole tan errónea noticia de lo acaecido. Éste entonces, enfurecido por sus palabras, se dirigió a la cámara, y con un solo mandoble de su espada dividió en dos partes el cuerpo del inocente can, en premio a su fidelidad, y luego, llorando, se dirigió hacia la cuna, donde creyendo ver los tiernos miembros despedazados de su hijo, encontró al niño vivo, sano y salvo para su gran alegría y maravilla. Luego, viendo al fin el cuerpo muerto de la sierpe, comprendió la verdad, doliéndose infinitamente por haber dado muerte al inocente animal, en recompensa de fidelidad tan extrema.» 


Este blog pretende ser un recurso didáctico para estudiantes universitarios, pero también un punto de encuentro para todas aquellas personas interesadas por la Historia del Arte. El arte es un testimonio excepcional del proceso de la civilización humana, y puede apreciarse no sólo por sus cualidades estéticas sino por su función como documento histórico. Aquí se analiza una cuidada selección de obras de pintura, escultura y otras formas de expresión artística, siguiendo en ciertos aspectos el método iconográfico, que describe los elementos formales, identifica los temas que representan e interpreta su significado en relación a su contexto histórico y sociocultural.