La imagen que presentamos hoy reproduce un mito griego recogido por el poeta Hesíodo en el siglo VIII a. C. Se trata de un cuadro del pintor alemán Lucas Cranach, realizado hacia 1530, que se conserva en la Galería Nacional de Oslo, y que lleva por título La Edad de Oro. La pintura es un notable ejemplo de las singulares características del renacimiento centroeuropeo. La introducción del desnudo, justificada por tratarse de un tema mitológico, se acompaña de un tratamiento muy detallista del paisaje, sobre todo de los elementos vegetales. Pero el punto de vista picado deja una línea del horizonte muy elevada y las figuras no tienen la monumentalidad propia del Cinquecentto italiano, sino que son menudas, huesudas y aparecen claramente delimitadas, distribuidas en grupos aislados.
El tema está inspirado en el Canto III del poema de Hesíodo Los trabajos y los días. Esta obra es uno de los primeros ejemplos de la literatura griega de intención didáctica, destinada a instruir más que a entretener. Relata experiencias de la vida campesina mezcladas con mitos, episodios alegóricos y fábulas moralizantes escritas con un lenguaje sencillo y coloquial. Según el poeta griego, la decadencia moral del mundo en el que vivimos es consecuencia de la degradación producida a lo largo de cinco etapas que han marcado la evolución de la raza humana, su progresivo alejamiento de los dioses y su inexorable caída hacia el mal. Tales etapas son la Edad de Oro, la Edad de Plata, la Edad de Bronce, la Edad de los Héroes y la Edad de Hierro. Este mito sobre la evolución humana fue igualmente narrado por el escritor romano Ovidio, en el Libro I de su obra Las Metamorfosis, aunque sin mencionar la Edad de los Héroes.
Tanto Hesíodo como Ovidio afirman que la Edad de Oro fue una época gloriosa, en la que dioses y hombres eran prácticamente iguales y celebraban juntos. Dominaban la justicia, la paz y la felicidad. Los hombres vivían ociosos y no conocían el trabajo aunque éste en realidad no era necesario porque la tierra fecunda les proveía de todo en abundancia. Vivían muchos años, siempre con apariencia de jóvenes y morían plácidamente, como vencidos por el sueño. El cuadro de Cranach muestra a estos hombres y mujeres desnudos y en armonía, disfrutando de una eterna primavera mientras se bañan en un estanque, retozan en la hierba, danzan alegremente y se alimentan de los frutos abundantes que ofrece la naturaleza. Esta prodigalidad es acentuada por la cantidad de flores, frutos y animales representados en un paisaje verdaderamente bucólico, aunque cerrado por una tapia que hace referencia al hecho de que estos hombres no se preocuparon por explorar el resto del mundo.
El mito no ofrece una explicación clara sobre el final de la Edad de Oro. El caso es que después de vencer a su padre Cronos y a los Titanes, Zeus ordenó de nuevo el universo e inició la llamada Edad de Plata. En esta era ya existían las estaciones del año, así que los hombres tuvieron que cobijarse en cuevas y cabañas, y aprender a cultivar los campos para extraerles su fruto, que ya no crecía de forma espontánea. Con ello empezó el trabajo. Pero además, los hombres de la Edad de Plata eran imperfectos. Vivían durante cien años como niños y luego tenían un corto período de adultez en el que sufrían presa de terribles dolores. Su mayor defecto, no obstante, es que se volvieron insolentes e impíos y no rendían culto suficiente a los dioses, razón por la cual Zeus los destruyó.
Sucedió a continuación la Edad de Bronce, en la cual los hombres aprendieron las artes del metal y empezaron a construir armas y herramientas. Se volvieron crueles y violentos, aficionándose a las guerras en demasía, y acabaron por exterminarse los unos a los otros. Después llegó la Edad de los Héroes, a la que pertenecen los grandes personajes de las guerras de Tebas y Troya. Y finalmente vino la Edad de Hierro, en la que vivimos nosotros dominados por la fatiga y la infelicidad. Según Hesíodo y Ovidio, los hombres de hierro hemos heredado de nuestros predecesores la afición por las guerras, pero además somos codiciosos, egoístas, traicioneros, malvados e impíos, por lo que vivimos de forma miserable. La verdad y la lealtad han desaparecido de la faz de la Tierra. Como contrapartida, la hostilidad del medio nos ha hecho astutos y resistentes, capaces de doblegar las fuerzas de la naturaleza y conquistar el mundo mediante la navegación, el comercio y las colonizaciones.
Todas las culturas han intentado explicar la historia de la evolución humana, el origen de nuestra especie y las razones de nuestra existencia. Antes de que la ciencia lograra dar una teoría racional al respecto, las sociedades trataban de comprender estos problemas mediante relatos míticos, es decir, historias ejemplares que explican simbólicamente las relaciones del ser humano con el cosmos. El historiador italiano Giambattista Vico planteó en el siglo XVIII que los mitos eran intentos imaginativos de resolver los misterios de la vida y del universo, en una época en la que no se sabían explicar las cosas desde la lógica. Lévi-Strauss intentó demostrar que el objetivo de muchos mitos consiste en resolver los problemas trascendentales de la experiencia humana mediante relatos que suelen presentarse como un conflicto entre oposiciones binarias como la vida y la muerte, lo humano y lo divino, etc. Otros autores como Frazer, Burkett y Malinowski han sostenido el papel de los mitos como justificadores del orden social establecido y de sus procesos de renovación, ligados a la necesidad de sacrificar a los miembros más débiles o inútiles de la comunidad con el fin de garantizar el progreso de la civilización.
Justamente este último argumento es el que pretende demostrar el mito de Hesíodo representado en la pintura de Lucas Cranach. En Los trabajos y los días, Hesíodo explicó por qué los hombres vivimos como vivimos; más aún, explicó por qué no somos iguales que los dioses y hemos llegado a ser lo que somos. Y con un sentido claramente ejemplarizante, subrayó la importancia del trabajo y de la rectitud moral para garantizarse la supervivencia y favorecer el progreso de la humanidad.