sábado, 4 de septiembre de 2010

EL JUICIO DE OSIRIS


La vida de ultratumba es una de las grandes preocupaciones de la condición humana. Todas las culturas han reflexionado de una u otra forma sobre lo que pueda ocurrir después de la muerte. Los mitos sobre la muerte y el sentido último de la existencia se encuentran en el origen de todas las religiones y en cierto modo han condicionado las estructuras sociales y económicas de las grandes civilizaciones históricas.
En el Antiguo Egipto se dedicaron ingentes recursos económicos y materiales al cuidado de los difuntos, y se desarrolló uno de los complejos culturales más sofisticados que han existido en torno al tema de la muerte. Fue transmitido a través de un texto denominado Libro de los Muertos, del que se conservan numerosas copias manuscritas sobre rollos de papiro, que fueron depositados en el interior de las tumbas, normalmente en los sarcófagos funerarios, junto a la cabeza de las momias. Algunos de estos papiros llegan a medir desenrollados más de 25 m. y todos suelen estar profusamente ilustrados con elementos y personajes extraídos de la mitología egipcia y de sus creencias sobre la vida después de la muerte.
El contenido del Libro de los Muertos es un amplio conjunto de oraciones, himnos, fórmulas mágicas e instrucciones para que el alma de la persona fallecida sepa cómo orientarse en el mundo de las tinieblas, enfrentarse al juicio final y llegar con éxito al Más Allá. El texto comienza con este título: «Comienzo de las sentencias a la salida del día, de la adquisición de un estado superior y luminoso, de la entrada y salida en el reino de los muertos, que han de decirse en el día del enterramiento de (y aquí figura el nombre particular del difunto)». A continuación se suceden 175 pasajes o sentencias que previenen al difunto sobre los diversos peligros a los que tendrá que enfrentarse en su viaje. Por ejemplo, la «Sentencia para no pudrirse en el reino de los muertos» (pasaje 45), la «Sentencia para respirar aire y disponer de agua en el reino de los muertos» (pasaje 59), o la «Sentencia para no morir nuevamente en el reino de los muertos» (pasaje 175). Al final del texto se aclara la finalidad del mismo:
«El espíritu del que haga esto
no perecerá eternamente.
Él existirá con la magnificencia de un dios.
No le podrá afectar ninguna cosa mala.
Él existirá como espíritu de muerto activo en el Oeste.
Él no volverá a morir una segunda vez.
Él comerá y beberá junto a Osiris cada día.
Será llevado junto a los reyes del Alto y Bajo Egipto.
Él beberá agua del bebedero del río.
Él podrá tener relaciones sexuales, y podrá salir
y descender cada día como Horus.
El estará vivo y existirá como un dios.
Él será honrado por los vivos como Re.»
Uno de los ejemplares más interesantes del Libro de los Muertos es el Papiro de Hunefer, realizado hacia el 1275 a. C. Fue hallado en el interior de una estatua del dios Ptah, en Tebas, y hoy se conserva en el British Museum de Londres. Hunefer era un importante escriba que trabajó en la corte de Tebas al servicio del faraón Seti I, padre del glorioso Ramsés II. Ostentó, entre otros, los cargos de Escriba de las Ofrendas Divinas y Supervisor del Ganado Real, tal como son enunciados en los jeroglíficos del papiro, lo que nos permite hacernos una idea muy clara de su notoriedad. Los escribas eran un grupo social poderoso en el Antiguo Egipto, donde pocas personas recibían la educación suficiente para aprender a leer y escribir. Formaban parte de la burocracia del Estado, ya que sobre ellos recaía la responsabilidad de registrar y administrar las riquezas del faraón y de los templos. Por ello es comprensible que muchos escribas, al igual que los sacerdotes, los nobles y los grandes guerreros, pudieran procurarse un enterramiento digno para asegurarse la entrada en el Más Allá.
La imagen que vemos aquí ilustra mediante varias escenas consecutivas el pasaje 125 del Libro de los Muertos, el más importante de todos porque es el que se refiere al juicio final del difunto ante el tribunal que permite el acceso a la vida de ultratumba. Su lectura comienza por la izquierda, donde aparece en primer lugar el escriba Hunefer, acompañado por Anubis, el dios de los muertos y de la momificación. Anubis es representado con cabeza de chacal y porta en su mano izquierda un símbolo de regeneración, que se denomina «llave de la vida» o ankh. En la escena siguiente, el dios de los muertos pesa el corazón de Hunefer en una balanza equilibrada por una pluma de la cabeza de Maat, diosa de la verdad, la justicia y el orden universal. Esta ceremonia se denomina psicostasis. Si la pluma tiene el mismo peso que el corazón del difunto, como en este caso, es prueba de que ha llevado una vida honesta, acorde con las leyes y los valores morales de Egipto. Si, por el contrario, el corazón pesa más que la pluma de la verdad, significa que está cargado de culpas y remordimientos por las malas acciones cometidas. En el centro de la balanza se encuentra Ammit, una diosa con cabeza de cocodrilo, los cuartos delanteros de león y los cuartos traseros de hipopótamo; este ser monstruoso se encargaba de devorar a los muertos que no superaban la prueba del pesaje. A la derecha está Thot, dios de la sabiduría representado con cabeza de ibis, que certifica en una tablilla el resultado arrojado por la balanza; los jeroglíficos titulan a Thot como «señor de las palabras divinas» y la banda sobre su pecho le identifica como sumo sacerdote.
Una vez que el difunto ha superado el pesaje, el dios halcón Horus le conduce hasta su padre Osiris, juez supremo de los muertos y señor del Más Allá. El ojo de Horus está representado de forma esquemática entre estos dos dioses, como símbolo de vigilancia y clarividencia. Por su parte, Osiris está sentado en un trono elevado, viste un sudario blanco, lleva la corona real y su piel es de un intenso color verde, el color de la regeneración y la renovación. Osiris sostiene en una mano un bastón curvado, símbolo del Bajo Egipto, y en la otra mano un flagelo, símbolo del Alto Egipto; con ello demuestra su dominio sobre todo el mundo y su papel predominante en el panteón egipcio. Detrás aparecen dos mujeres a las que el texto llama «las divinas Ururty». Son las hermanas de Osiris: su esposa Isis, la «gran maga», y su hermana Neftis, diosa de la oscuridad y madre de Anubis. En la parte superior de toda la composición Hunefer reverencia en la Sala de las Dos Verdades a otros catorce jueces divinos del Tribunal de los Muertos, para que intercedan por él ante Osiris y se le conceda un veredicto favorable. Por lo que parece, el bueno de Hunefer salió airoso de la prueba y accedió finalmente a la vida eterna.
 
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8 comentarios:

  1. Esta mu bien me has ajudado muxo ^^

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  2. Nayely bueno me gusta las historias antiguas y creo que hay cosas que no sabemos soy una niña de 11años y se que es bueno y que no

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  3. Que grande es la historia y religiones antiguas!
    Lo digo enserio, aunque buscaba sobre aquel "mito" de que al morir se pesaba felicidad propia y dada a otros...
    Sin duda Egipto encierra mucho tras el ojo de Orus.

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  4. voy a 1º de ESO y no me enterado de mucho pero... me ha servido

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  5. voy a 1º de ESO y no me he enterado de mucho pero... me ha servido

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  6. Que tiene osiris en sus manos��

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    1. Osiris lleva dos símbolos que son habituales en la iconografía del poder del Antiguo Egipto. De hecho, también suelen aparecer en los retratos de los faraones. Uno de ellos es un cetro o bastón de mando con la terminación curvada, como los báculos religiosos o los cayados de los pastores; es además un símbolo del Bajo Egipto. El otro es un flagelo, una especie de látigo que servía castigar a los esclavos; es también un símbolo del Alto Egipto.

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Este blog pretende ser un recurso didáctico para estudiantes universitarios, pero también un punto de encuentro para todas aquellas personas interesadas por la Historia del Arte. El arte es un testimonio excepcional del proceso de la civilización humana, y puede apreciarse no sólo por sus cualidades estéticas sino por su función como documento histórico. Aquí se analiza una cuidada selección de obras de pintura, escultura y otras formas de expresión artística, siguiendo en ciertos aspectos el método iconográfico, que describe los elementos formales, identifica los temas que representan e interpreta su significado en relación a su contexto histórico y sociocultural.