Esta espléndida joya, que se conserva en el tesoro de la Catedral de Esztergom,
perteneció al rey húngaro Matías Corvino y es una obra maestra de la orfebrería
gótica. Realizado en 1402, está emparentado con El Caballito de Altötting por su procedencia parisina y su
adscripción al denominado Estilo Internacional. Entre sus características
comunes se encuentra el delicado modelado de las figurillas y el empleo del
esmaltado «sur ronde bosse». Está técnica consiste en modelar pequeños adornos o figuras de bulto redondo, sobre
los que se aplica una fina película de esmalte blanco a la que pueden añadirse
pequeños toques de otros colores (azul, rojo). Fue bastante utilizada durante los
siglos XIV y XV, particularmente en Francia y Alemania, y aún después, en el
Renacimiento.
Matías Corvino es considerado el más justo,
bueno y sabio de los reyes húngaros, hasta el punto de que su figura está
relacionada con innumerables cuentos y leyendas centroeuropeas. Era un rey muy
culto, mecenas de las artes y gran defensor de las tradiciones húngaras, que
también favoreció la entrada del Renacimiento en Hungría. El nombre de la obra que
tratamos aquí viene de un tema iconográfico habitual en el arte cristiano, que
representa a Jesús crucificado en lo alto del Monte Calvario, secundado por la
Virgen María y San Juan Evangelista. Esta composición se hizo muy popular
durante la Baja Edad Media y acabó siendo utilizada como remate en numerosas
ocasiones, sobre todo en retablos.
La estructura del Calvario
de Corvino es una especie de torre que puede dividirse en tres cuerpos. La base
o pie que fue añadido posteriormente, es una copa enmarcada por esfinges; el segundo piso es una estructura
arquitectónica que enmarca una escena de la Flagelación de Cristo; y finalmente
el ático, coronado por la Crucifixión, como decíamos. La representación de este
último tema es de gran expresividad. A un lado aparece la María, esmaltada de
azul y con la cabeza gacha, en una actitud de profundo dolor. Al otro lado está
San Juan, vestido de rojo y girando el rostro hacia Cristo, invitándonos a
contemplar su sufrimiento. Jesús se muestra completamente esmaltado de blanco,
vestido con el paño de pureza y crucificado por tres clavos. La cruz está
repleta de perlas, agrupadas en tríadas o en parejas, y lleva engarzados rubíes
en los extremos y en el propio centro, sobre la cabeza de Jesús. De los bordes
salen espigas y hojas de parra, que son símbolos eucarísticos. Y en la base se
distingue la calavera de Adán, entre unas rocas verdosas que simbolizan la
montaña del Gólgota, y dos ángeles a los lados.
El tema iconográfico del Calvario quedaría estrictamente representado con
este conjunto. Alude a la unión entre el Cielo y la Tierra, personificado en la
calavera de Adán de la que sale la cruz del martirio; muestra el camino de la redención
humana a través del sufrimiento de Cristo, llorado por su madre; y perpetúa el
mensaje evangélico mediante la especial relación entre Jesús y San Juan. Sin
embargo, los pisos inferiores de la obra refuerzan y complementan la
iconografía.
En el piso medio se halla un templete o baldaquino gótico que enmarca
la Flagelación de Cristo. Se trata de un tema especialmente doliente, que
prefigura el sacrificio final de la Crucifixión. La arquitectura del templete parece
reproducir una sencilla estructura de contrafuertes, como los de las catedrales,
aunque los pináculos de los remates están muy elaborados. Como contrapunto, el
arquitrabe sobre el que se apoya es más bien renacentista y está recorrido por
un friso de perlas y rubíes. Entre los contrafuertes aparecen estatuillas de
santos apoyados sobre unas peanas.
La columna sobre la que se apoya Cristo ejerce como
eje de la composición, no sólo de este cuerpo, sino de toda la pieza, ya que
coincide con la vertical de la cruz y el centro del pie. El pie del conjunto
entronca con el cuerpo intermedio a través de unas enormes volutas que se
estilizan hasta conectar con una copa secundada por esfinges. La copa parece un
cáliz que recoge la sangre vertida por Cristo tanto en la Flagelación como en
la Crucifixión del ático, lo cual refuerza el sentido eucarístico del conjunto.