En la religión católica, las «Virtudes Teologales» son aquellos dones que Dios infunde en la inteligencia y en la voluntad del hombre, con el fin de dirigir sus acciones hacia Dios mismo. Estas virtudes son frecuentemente citadas en el Nuevo Testamento, particularmente en la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios, 13, 13. Son tres, la Fe, la Esperanza y la Caridad, y se supone que son recibidas por todos los cristianos en el momento del bautismo. Debido a su importancia, las Virtudes Teologales han sido profusamente representadas en las obras de arte religioso de todas las épocas y estilos. Como se trata de conceptos abstractos, la iconografía ha recurrido al uso de alegorías para poder hacerlos visibles.
Una alegoría es una representación simbólica de valores o virtudes por medio de metáforas, personificaciones, bestiarios, objetos y otras figuras. La alegoría funciona como condensación, explicación o prefiguración de determinados significados de carácter moral. Así, cada personaje representa una virtud, porque el imaginario colectivo y la tradición identifican alguna de sus características con esa virtud. Para interpretar adecuadamente el significado de una alegoría es necesario recurrir a ciertos tratados de iconografía que explican cómo y por qué se representa cada elemento de una manera determinada. El tratado más importante al respecto es la Iconología, de Cesare Ripa, que desde su publicación en 1593 conoció numerosas ediciones, y fue un libro de consulta habitual para todos los artistas plásticos, desde el Renacimiento hasta bien entrado el siglo XIX.
El conjunto escultórico que reproducimos aquí es una obra del artista inglés William Theed el Joven, que sigue a pies juntillas los patrones de representación fijados por Cesare Ripa, a pesar de haberse realizado en la tardía fecha de 1866. El conjunto forma parte de un memorial dedicado al canónigo David Williams y su esposa, que se encuentra en una de las naves laterales de la Catedral de Winchester (Inglaterra). Es de estilo neoclásico y muestra en una equilibrada composición las tres Virtudes Teologales.
La primera figura, a la izquierda, representa la Fe. Es una sacerdotisa virgen vestida con toga blanca, que sostiene una gran cruz con la mano izquierda mientras se lleva al pecho la derecha. Según Ripa, «la mano que mantiene sobre el pecho muestra cómo en el interior de su corazón se contiene la viva y verdadera Fe, haciéndonos acreedores a la gracia por el hecho de poseerla». Otros atributos característicos de la Fe pueden ser un cáliz y un libro abierto, que hacen referencia al sacramento de la Eucaristía y a las Sagradas Escrituras respectivamente. En este caso, no obstante, el escultor ha reducido los símbolos para simplificar la figura.
La segunda figura, en el centro, es la Caridad. Se la representa como una madre cuidando de tres niños pequeños, uno de los cuales amamanta en su regazo. Ripa describe que su vestido es rojo «por su semejanza con el color de la sangre, para mostrar cómo la verdadera caridad se extiende hasta el mismo hecho de verterla por los demás». El hecho de que aparezcan tres niños hace alusión al conjunto de las tres Virtudes Teologales, de las cuales la más importante es la Caridad, pues sin ella no valen nada la Fe ni la Esperanza. Otro atributo característico de la Caridad puede ser un corazón ardiente o una llama, como símbolos del amor y la pasión, aunque de nuevo han sido obviados por nuestro artista.
La última figura, situada en el extremo derecho, es la Esperanza. Aparece como una joven vestida de verde que tiene las manos juntas y dirige su mirada hacia lo alto. Ripa describe varias versiones de la misma alegoría, de forma que puede levantar las manos hacia el cielo, acompañarse de una planta florecida o un lirio, e incluso sembrar algunas semillas de trigo que lleva en el regazo. Pero en este caso se ha potenciado la pose misma de la figura, que «evita poner los ojos en las vanidades y falsas locuras del mundo, poniendo su mente y toda la nobleza de su intención en desear y esperar aquellas cosas incorruptibles, que no están sujetas a los cambios de los tiempos ni a los accidentes de la vida de los mortales», lo cual es bastante acertado para un monumento de carácter funerario como es éste.
Quiero citar, antes de terminar, otro conjunto escultórico que ofrece una enternecedora versión del mismo tema iconográfico. El autor es el alemán Christian Daniel Rauch, quien tuvo la ocurrencia de interpretar las Virtudes Teologales en clave infantil. La obra se encuentra en el Museo Thorvaldsen de Copenhague y fue realizada entre 1842 y 1852 en un estilo neoclásico bastante cursi, que en aquella época era de lo más aplaudido. La primera figura, a la izquierda, es la Caridad, representada como un niño pobre que recibe una escudilla de sopa. En el centro está la Esperanza, con la mirada y los brazos levantados hacia el cielo. Y la última, a la derecha, es la Fe, representada como un niño que lee atentamente un pasaje de la Biblia.