lunes, 23 de mayo de 2011

LAS VIRTUDES TEOLOGALES



En la religión católica, las «Virtudes Teologales» son aquellos dones que Dios infunde en la inteligencia y en la voluntad del hombre, con el fin de dirigir sus acciones hacia Dios mismo. Estas virtudes son frecuentemente citadas en el Nuevo Testamento, particularmente en la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios, 13, 13. Son tres, la Fe, la Esperanza y la Caridad, y se supone que son recibidas por todos los cristianos en el momento del bautismo. Debido a su importancia, las Virtudes Teologales han sido profusamente representadas en las obras de arte religioso de todas las épocas y estilos. Como se trata de conceptos abstractos, la iconografía ha recurrido al uso de alegorías para poder hacerlos visibles.
Una alegoría es una representación simbólica de valores o virtudes por medio de metáforas, personificaciones, bestiarios, objetos y otras figuras. La alegoría funciona como condensación, explicación o prefiguración de determinados significados de carácter moral. Así, cada personaje representa una virtud, porque el imaginario colectivo y la tradición identifican alguna de sus características con esa virtud. Para interpretar adecuadamente el significado de una alegoría es necesario recurrir a ciertos tratados de iconografía que explican cómo y por qué se representa cada elemento de una manera determinada. El tratado más importante al respecto es la Iconología, de Cesare Ripa, que desde su publicación en 1593 conoció numerosas ediciones, y fue un libro de consulta habitual para todos los artistas plásticos, desde el Renacimiento hasta bien entrado el siglo XIX.
El conjunto escultórico que reproducimos aquí es una obra del artista inglés William Theed el Joven, que sigue a pies juntillas los patrones de representación fijados por Cesare Ripa, a pesar de haberse realizado en la tardía fecha de 1866. El conjunto forma parte de un memorial dedicado al canónigo David Williams y su esposa, que se encuentra en una de las naves laterales de la Catedral de Winchester (Inglaterra). Es de estilo neoclásico y muestra en una equilibrada composición las tres Virtudes Teologales.
La primera figura, a la izquierda, representa la Fe. Es una sacerdotisa virgen vestida con toga blanca, que sostiene una gran cruz con la mano izquierda mientras se lleva al pecho la derecha. Según Ripa, «la mano que mantiene sobre el pecho muestra cómo en el interior de su corazón se contiene la viva y verdadera Fe, haciéndonos acreedores a la gracia por el hecho de poseerla». Otros atributos característicos de la Fe pueden ser un cáliz y un libro abierto, que hacen referencia al sacramento de la Eucaristía y a las Sagradas Escrituras respectivamente. En este caso, no obstante, el escultor ha reducido los símbolos para simplificar la figura.
La segunda figura, en el centro, es la Caridad. Se la representa como una madre cuidando de tres niños pequeños, uno de los cuales amamanta en su regazo. Ripa describe que su vestido es rojo «por su semejanza con el color de la sangre, para mostrar cómo la verdadera caridad se extiende hasta el mismo hecho de verterla por los demás». El hecho de que aparezcan tres niños hace alusión al conjunto de las tres Virtudes Teologales, de las cuales la más importante es la Caridad, pues sin ella no valen nada la Fe ni la Esperanza. Otro atributo característico de la Caridad puede ser un corazón ardiente o una llama, como símbolos del amor y la pasión, aunque de nuevo han sido obviados por nuestro artista.
La última figura, situada en el extremo derecho, es la Esperanza. Aparece como una joven vestida de verde que tiene las manos juntas y dirige su mirada hacia lo alto. Ripa describe varias versiones de la misma alegoría, de forma que puede levantar las manos hacia el cielo, acompañarse de una planta florecida o un lirio, e incluso sembrar algunas semillas de trigo que lleva en el regazo. Pero en este caso se ha potenciado la pose misma de la figura, que «evita poner los ojos en las vanidades y falsas locuras del mundo, poniendo su mente y toda la nobleza de su intención en desear y esperar aquellas cosas incorruptibles, que no están sujetas a los cambios de los tiempos ni a los accidentes de la vida de los mortales», lo cual es bastante acertado para un monumento de carácter funerario como es éste.
Quiero citar, antes de terminar, otro conjunto escultórico que ofrece una enternecedora versión del mismo tema iconográfico. El autor es el alemán Christian Daniel Rauch, quien tuvo la ocurrencia de interpretar las Virtudes Teologales en clave infantil. La obra se encuentra en el Museo Thorvaldsen de Copenhague y fue realizada entre 1842 y 1852 en un estilo neoclásico bastante cursi, que en aquella época era de lo más aplaudido. La primera figura, a la izquierda, es la Caridad, representada como un niño pobre que recibe una escudilla de sopa. En el centro está la Esperanza, con la mirada y los brazos levantados hacia el cielo. Y la última, a la derecha, es la Fe, representada como un niño que lee atentamente un pasaje de la Biblia.

martes, 10 de mayo de 2011

LA ANUNCIACIÓN

La Anunciación es seguramente uno de los temas iconográficos más habituales en la historia del arte cristiano. Su representación pictórica sigue un modelo arquetípico, en el que aparece la Virgen María vestida de azul en un interior arquitectónico, y el ángel San Gabriel irrumpiendo desde el exterior, en el extremo opuesto de la composición. Sobrevolando estas dos figuras se distingue siempre una paloma blanca que simboliza al Espíritu Santo, y en ocasiones también unos rayos de sol u otro elemento alusivo al poder de Dios Padre, quien también puede aparecer representado. Además de lo expuesto, la escena se completa con otros símbolos, como un jarrón con flores o un ramo de azucenas, que hacen referencia a la pureza, inocencia y belleza de la Virgen María.
Éste es el modelo que sigue la primera imagen que reproducimos aquí, obra del florentino Filippo Lippi, pintada sobre tabla hacia 1450 (hoy en la Alte Pinakothek de Munich). Filippo Lippi fue discípulo de Masaccio y destacó por su destreza en la consecución de efectos cromáticos, pero sobre todo por su novedosa concepción del espacio, basada en la utilización del paisaje como fondo para sus composiciones. En su versión de la Anunciación aparecen todos los elementos señalados anteriormente, enmarcados en una arquitectura clasicista con tres arcos de medio punto separados por pilastras compuestas, claramente inspirada en las teorías artísticas del Renacimiento italiano. Tras los arcos se abre en perspectiva un «hortus conclusus» o jardín cerrado, que tiene dos significados iconográficos. En primer lugar es una representación del paraíso, que tiene como objetivo rememorar el pecado original de Adán y Eva redimido mediante el nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo; éste es el significado que tiene el jardín en la famosa versión de la Anunciación de Fra Angelico, que está en el Museo del Prado. En segundo lugar, el hecho de que el jardín aparezca circundado por muros constituye una metáfora de la virginidad de María, que permanece inmaculada al producirse su concepción por obra y gracia del Espíritu Santo.
En el siglo XV, en Italia, se desarrolló una completísima teoría de las imágenes religiosas que intentó adaptar los temas tradicionales, de origen medieval, a la sensibilidad y el naturalismo propios del Renacimiento. Las representaciones artísticas empezaron a valorarse por su capacidad para provocar determinadas emociones en el espectador, así que fueron adquiriendo una creciente profundidad psicológica. Pero ¿cómo representar físicamente los sentimientos? Según el humanista Leon Battista Alberti, los «movimientos del alma» se reconocían por medio de «movimientos del cuerpo». Esta idea, postulada por otros teóricos y artistas del Quattrocento, estableció una relación directa entre los movimientos del cuerpo y los estados de ánimo. En un primer momento, la forma de representar las emociones se limitó a una serie de códigos gestuales parecidos a los utilizados en la predicación eclesiástica, la danza o el teatro. Pero, poco a poco, los artistas se atrevieron a imitar las expresiones de la gente de la calle, a introducir detalles anecdóticos tomados de la vida cotidiana o a aportar sus propias percepciones, incluso a pesar de que el tema de sus obras fuera de carácter religioso.
Todo ello permitió incrementar las dosis de naturalismo en la representación artística y amplió notablemente las posibilidades iconográficas. Por sus características, la escena de la Anunciación fue una de las que mejor representó esta variedad de sensaciones. Durante el Renacimiento se llegaron a configurar hasta cinco tipos iconográficos distintos, dependiendo de la reacción mostrada por la Virgen María ante el mensaje comunicado por el ángel Gabriel. Estos tipos, identificados por el historiador del arte M. Baxandall, eran «conturbatio» (turbación), «cogitato» (reflexión), «interrogatio» (interrogación), «humi­liatio» (sumisión), y «meritatio» (mérito). Si comparamos la imagen reproducida arriba con esta otra de Botticelli, la llamada Anunciación Cestello de la Galería de los Uffizi (1490), podemos apreciar claramente las diferencias entre ambas. La primera es un ejemplo claro de «cogitato» mientras que la de Botticelli es una inquietante versión de «conturbatio». En definitiva, a pesar de ser un tema tan profusamente repetido en el arte cristiano, no todas las Anunciaciones son iguales porque no todas representan las mismas emociones sobre el famoso episodio narrado en el Evangelio de San Lucas.



Este blog pretende ser un recurso didáctico para estudiantes universitarios, pero también un punto de encuentro para todas aquellas personas interesadas por la Historia del Arte. El arte es un testimonio excepcional del proceso de la civilización humana, y puede apreciarse no sólo por sus cualidades estéticas sino por su función como documento histórico. Aquí se analiza una cuidada selección de obras de pintura, escultura y otras formas de expresión artística, siguiendo en ciertos aspectos el método iconográfico, que describe los elementos formales, identifica los temas que representan e interpreta su significado en relación a su contexto histórico y sociocultural.