Esta curiosa figura antropomorfa es una escultura de poco más de 30 cm de altura, realizada en marfil de mamut y datada entre 40.000 y 32.000 años de antigüedad, según los especialistas. La figura fue descubierta hecha pedazos en la cueva de Hohlenstein-Stadel, en el estado de Baden-Wurtemberg (Alemania), en el año 1939. Los arqueólogos Robert Wetzel y Otto Völzing no pudieron estudiarla entonces, debido al inminente inicio de la Segunda Guerra Mundial, así que fue depositada sin más, en el museo de la ciudad de Ulm. La escultura cayó en el olvido hasta que fue redescubierta treinta años después, por Joachim Hahn, durante un inventario de las piezas del museo. Entonces fue ensamblada por primera vez y catalogada como un testimonio excepcional del arte y las creencias religiosas de la cultura Auriñaciense, enmarcada en el Paleolítico Superior.
En 1997 fue restaurada por Ute Wolf y Elisabeth
Schmidt, y en 2012 terminó de reconstruirse con nuevos fragmentos encontrados
en la misma cueva de Stadel por el arqueólogo Claus-Joachim Kind. La interpretación de la figura es compleja y
se basa en analogías con otras representaciones simbólicas procedentes del
mismo período. Tiene una relación evidente con las llamadas Venus y otras
figurillas de pequeño tamaño fabricadas durante el Paleolítico Superior.
También se han apuntado similitudes con algunas pinturas rupestres francesas, como
las de la Cueva de Chauvet que muestran seres de aspecto híbrido, aunque su
cronología no coincide.
El Hombre León de Stadel es una figura humana
completamente erguida, con las piernas ligeramente separadas entre sí y los
brazos colocados a ambos lados, a lo largo del cuerpo. Sobre el brazo izquierdo
hay grabadas siete líneas horizontales paralelas, que pueden tener un efecto
decorativo, pero probablemente también simbólico. La cabeza leonina es bastante
realista, puesto que incluye una correcta representación del hocico y los ojos,
además de dos pequeñas orejas en la parte superior. Los estudiosos discuten si
se trata de un hombre o una mujer, debido a la existencia de una lámina
triangular en la entrepierna y un pliegue del abdomen; la falta de melena no es
tan significativa porque no suele aparecer en las representaciones
de felinos prehistóricos. En todo caso, su género podría
determinarse, más que por su apariencia formal, por el tipo de divinidad que
pretende personificar (¿un espíritu guerrero o una fuerza generadora de vida?).
El Hombre León de Stadel ha sido recientemente
comentado por Noah Y. Harari en su magnífico ensayo Sapiens. De animales a dioses (2015). Este autor ha señalado que la
figura debió tener un papel significativo en el sistema de creencias ideado por
los primeros Homo Sapiens de Europa. Desde su punto de vista, la capacidad
imaginativa de crear un ser humano de aspecto híbrido con cabeza de león, que
no existe en la realidad, demuestra el desarrollo de destrezas mentales de
orden superior que deben ponerse en el contexto de una verdadera revolución
cognitiva. Esta revolución cognitiva permitió a los Sapiens progresar en una
línea de pensamiento simbólico, comunicación profunda y cooperación social
mucho más avanzada que la de las especies precedentes de homo. La consecuencia de ello fue el origen del sentimiento religioso,
de la mitología, de la estratificación social, del comercio y de la creación de
complejas ficciones que empezaron a ser compartidas socialmente, dando origen
en última instancia a las primeras sociedades protohistóricas.
http://www.labrujulaverde.com/2016/06/el-hombre-leon-de-ulm-primera-escultura-prehistorica-teriomorfa-descubierta
https://paleorama.wordpress.com/2013/02/02/el-hallazgo-de-nuevas-piezas-retiran-al-hombre-leon-de-ulm-de-la-exposicion-del-museo-britanico/