lunes, 17 de diciembre de 2012

LA TUMBA DE NEBAMUN

En las desiertas colinas del lado Oeste del Nilo, cerca del Valle de los Reyes y a cuatro km de distancia del Templo de Amón en Tebas, había un nutrido complejo de tumbas pertenecientes a dignatarios y altos funcionarios de la corte faraónica. Entre todas ellas destacaba la tumba de Nebamun por la exquisitez y suntuosidad con que fueron pintados todos sus muros. La tumba hoy está desaparecida pero los frescos fueron adquiridos por los ingleses en la década de 1820 y hoy se conservan fragmentados en la sala 61 del British Museum.
Datada hacia el 1350 a. C., la tumba no sólo cumplía la función de enterramiento de Nebamun y su esposa, sino que servía también como capilla funeraria, que permanecía abierta para que familiares y amigos pudieran entrar a celebrar las fiestas y ceremonias conmemorativas establecidas en su honor. Nebamun era un contable del Templo de Amón en Tebas, que alcanzó cierta notoriedad en vida, lo que le permitió procurarse un sepulcro suficientemente digno para disfrutar de su vida en el Más Allá. Los maravillosos frescos de su tumba muestran una visión idealizada del paraíso egipcio, y de cómo Nebamun quería que se le recordase, rico, sano y poderoso.
La cámara principal estaba presidida por una pequeña estatua sedente del difunto y de su esposa, colocada en una hornacina de la pared del fondo. Las pinturas que había en esta cámara representan por un lado a Nebamun cazando sobre una barca en el Nilo, y por otro un jardín paradisiaco. La escena de caza es extraordinariamente rica en matices compositivos y colorísticos. La abigarrada multitud de aves que alza el vuelo entre las flores de loto supone una metáfora de la abundancia con que el protagonista fue favorecido en vida. Pero esta caza no está relacionada con la provisión de alimentos para la supervivencia; por el contrario, es de carácter deportivo y está cargada de connotaciones más sutiles. Al fin y al cabo, la cinegética es una lucha simbólica del hombre por dominar los elementos salvajes de la naturaleza y demostrar su supremacía. Entre la realeza y las clases nobles de Egipto y Mesopotamia se convirtió en una especie de simulación a través de la cual se hacía ostentación del poder que permitía someter a los enemigos. Y Nebamun, como miembro del estamento privilegiado de su época, debía parecer buen cazador, o lo que es lo mismo, un estratega inteligente y un ejecutor implacable al que no le temblaba el pulso en caso de confrontación.
En cuanto al jardín paradisiaco es igual que los jardines de los palacios nobles de la Dinastía XVIII, correspondiente a la época histórica en la que vivió Nebamun. En el centro hay un estanque plagado de peces y pájaros (de nuevo símbolo de abundancia), y alrededor del mismo una gran cantidad de flores, arbustos e hileras de árboles frutales, como palmeras y sicomoros. En la esquina superior derecha, la diosa Nut ofrece higos de sicomoro y jarras de vino o cerveza a Nebamun, cuya figura falta en ese fragmento por haber sido destruida. A la izquierda, unos jeroglíficos le nombran como dueño del jardín.
Las escenas que decoraban los muros de la antecámara trataban temas más prosaicos. Subsisten fragmentos con grupos de animales ordenados para el recuento y otras actividades administrativas relacionadas con la profesión de Nebamun. Aunque las partes más bellas son las que representan diversos momentos de un fastuoso banquete en honor del difunto, y que ocupaban una pared entera de la antecámara. Allí se ven a familiares y amigos de Nebamun, servidos por criadas desnudas y camareros. Los matrimonios se sientan en parejas en el friso superior, y las muchachas solteras se giran para hablar unas con otras en el friso inferior. Todos están ricamente vestidos y son agasajados por músicos y danzantes durante la comida.
De entre todas las figuras merece destacar a las bailarinas desnudas y las instrumentistas. Las bailarinas constituyen un tema erótico incluido para disfrute de Nebamun en el más allá. Las instrumentistas se sientan en el suelo, dan palmas y tocan una flauta doble para amenizar el banquete. Este grupo forma una de las pinturas más conocidas de la Historia del Arte universal. Sobresalen sin duda las dos muchachas sentadas en el centro por estar representadas de frente, y no de perfil, como era lo habitual en la pintura egipcia. La canción que cantan en honor de Nebamun está escrita en jeroglífico encima de las figuras, y dice así:
«La diosa Tierra ha creado su belleza
Para que crezca en cada uno de nosotros.
Los canales están llenos de agua otra vez
Y la tierra está inundada de su amor por él.»

La decoración de la tumba de Nebamun es un claro ejemplo de la importancia que los antiguos egipcios concedían al tema de la muerte y a la vida de ultratumba, de acuerdo con sus creencias religiosas. Ambos eran motivo de preocupación durante toda la vida terrena, hasta el punto de considerar esta última como un simple tránsito hacia la eternidad. Entre las clases privilegiadas, esto se traducía en la meditada voluntad de construir y preparar adecuadamente un sepulcro que resultase espléndido para disfrutar adecuadamente del Más Allá. Como consecuencia de ello, el arte fue utilizado como una poderosa herramienta de representación de tales deseos. Por medio de pinturas y jeroglíficos bellamente trabajados, se describían las mejores virtudes del difunto y se rendía culto a los dioses, justificando el derecho a la eternidad y procurando el favor necesario para ingresar en el paraíso. Eso pretendió Nebamun al sufragar la rica ornamentación de su sepulcro.

jueves, 13 de diciembre de 2012

EL CONTRASTE

El estudio de la historia del Arte puede abordarse desde cuatro enfoques principales: biográfico, sociocultural, formal e iconológico. El enfoque biográfico se centra en la trayectoria vital y profesional de los artistas, considerando que las obras de arte son un reflejo de su personalidad y de sus capacidades. Por su parte, el enfoque sociocultural tiene en cuenta el contexto histórico y los diversos factores que condicionan las creaciones artísticas, con el fin de entender por qué y cómo son representadas así. El análisis formal, en tercer lugar, plantea que los aspectos materiales, compositivos y estilísticos son suficientemente valiosos por sí mismos, y que lo más interesante es reconocer las peculiaridades técnicas de la obra de arte. Finalmente, la iconología pretende comprender el significado de los símbolos y de los mensajes que transmite la obra de arte, mediante el estudio de las fuentes históricas, literarias, mitológicas o religiosas que le sirvieron de inspiración.


La imagen que reproducimos aquí puede analizarse desde varios puntos de vista aunque seguramente como mejor se explique es desde el enfoque sociocultural. Es un grabado de Thomas Rowlandson, de 27,3 x 37,2 cm, realizado con aguafuerte y coloreado a mano con acuarela a partir de un diseño original de George Murray, político y oficial de la Royal Navy. La obra fue publicada en Inglaterra en 1792, por la Association for the Preservation of Liberty and Property against Republicans and Levellers, y alcanzó tal notoriedad que se conservan numerosas copias de la misma en museos, bibliotecas y colecciones de todo el mundo.
Representa dos círculos con reborde dorado y varias figuras alegóricas en su interior, que hacen alusión a situaciones políticas opuestas. El de la izquierda viene titulado como la «Libertad Británica» y el de la derecha como la «Libertad Francesa». Debajo de cada círculo hay una inscripción con una lista de palabras referidas a cada una de las dos situaciones. El contraste entre ambas es enfatizado no sólo por esas palabras sino también por las figuras incluidas en el interior de los círculos. En la base de toda la composición hay una leyenda que interpela al espectador preguntando «Which is the best» (¿cuál es mejor?).
La figura de la izquierda es una personificación de las Islas Británicas llamada Britania, fácilmente reconocible porque sigue un arquetipo que fue representado por primera vez en monedas romanas de bronce del siglo I d.C., bajo el gobierno del emperador Adriano. Según este arquetipo, Britania aparece como una matrona romana sentada, vestida de púrpura y blanco, tocada por un casco corintio similar al de la diosa Minerva, armada con una lanza o un tridente y apoyada sobre un escudo con la bandera del Reino Unido. Un elemento habitual es el león dormido a sus pies porque se trata de un animal presente tanto en la heráldica de Inglaterra como de Escocia y del Principado de Gales. Los autores del grabado introdujeron, además, varios detalles particulares que enriquecieron el sentido político de la alegoría. Uno es el gorro frigio que remata la lanza como símbolo de la libertad; otro es la balanza de la justicia que Britania sostiene en la mano izquierda; y el último es un pliego de papel que muestra en su mano derecha y en el que se lee «Magna Carta», el documento del año 1215 que constituye el origen de los derechos y libertades del pueblo de Inglaterra frente a la tiranía. La imagen condensa una gran cantidad de significados, a los que se añade la prosperidad general de la nación, representada en el árbol del fondo y en el barco que se aleja hacia el horizonte; éste último es especialmente emblemático por el poderío de la flota naval británica en aquellas fechas.
La inscripción debajo de Britania recoge las siguientes palabras, que identifican el verdadero sentido de su libertad: religión, moralidad, lealtad, obediencia a las leyes, independencia personal, seguridad, justicia, heredad, protección, propiedad, industria, prosperidad nacional y felicidad (esta última subrayada).
La figura de la derecha ofrece el oportuno contraste a todo lo anterior. Personifica a Francia como una mujer cubierta de harapos, con las serpientes de la gorgona Medusa en vez de cabellos, y una espada corta cubierta de sangre en la mano siniestra. Está pisoteando un cadáver decapitado y con la otra mano enarbola un tridente en el que se ve la cabeza de aquel y dos corazones ensartados. La espantosa imagen se complementa con un hombre ahorcado de una farola en el fondo de la composición. La visión de esta Francia no se inspira en la cultura romana ni sigue los patrones clásicos de representación de alegorías. Por el contrario, pretende transmitir un mensaje inequívoco de los defectos del país vecino, utilizando un lenguaje visual directo y vulgar.
La inscripción debajo de Francia recoge las siguientes palabras, que identifican el verdadero sentido de su libertad: ateísmo, perjurio, rebelión, felonía, anarquía, asesinato, igualdad, locura, crueldad, injusticia, traición, ingratitud, ociosidad, hambruna nacional, ruina privada y miseria (esta última subrayada).
Siguiendo una explicación sociocultural, el contraste representado se entiende mejor si lo ponemos en relación con los hechos históricos contemporáneos a la fecha de realización del grabado, concretamente con los que acontecieron durante Revolución Francesa. En agosto de 1792, los desarrapados asaltaron el Palacio de las Tullerías y la Convención abolió la monarquía, instaurando la Primera República Francesa. En enero de 1793, el rey Luis XVI fue guillotinado y pocos meses después comenzaría el periodo del Terror, liderado por los jacobinos. En la mayoría de los países de Europa se percibió la revuelta en Francia como un proceso radical y sangriento que sólo conducía a la destrucción de todo lo establecido y al caos político. Como contrapartida, Gran Bretaña vivía entonces una época de prosperidad extraordinaria, sustentada en el mantenimiento de sus instituciones y en su poderosa expansión marítima y comercial. Este estado de cosas se había conseguido más de un siglo atrás, gracias a la Revolución Gloriosa de 1688. Durante la misma, y sin derramamiento de sangre, se había asentado el parlamentarismo liberal como sistema político gracias a la acertada confluencia de intereses de la monarquía, la nobleza, la clase media y la Iglesia anglicana. De modo que la pregunta resulta obvia: ¿cuál es mejor?

Este blog pretende ser un recurso didáctico para estudiantes universitarios, pero también un punto de encuentro para todas aquellas personas interesadas por la Historia del Arte. El arte es un testimonio excepcional del proceso de la civilización humana, y puede apreciarse no sólo por sus cualidades estéticas sino por su función como documento histórico. Aquí se analiza una cuidada selección de obras de pintura, escultura y otras formas de expresión artística, siguiendo en ciertos aspectos el método iconográfico, que describe los elementos formales, identifica los temas que representan e interpreta su significado en relación a su contexto histórico y sociocultural.