El
sepulcro del Cardenal Cisneros es un fastuoso monumento funerario, diseñado para honrar la memoria de uno de los personajes más notables del reinado de los Reyes Católicos. Fue construido en mármol de Carrara entre 1519 y 1521 por el escultor Bartolomé Ordóñez y otros artistas de su taller, y colocado en la Capilla de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá entre 1523 y 1524. Desde finales del siglo XVI estuvo rodeado por una espléndida reja de bronce que ya no
se encuentra en su lugar por causa de los daños que experimentó durante la
Guerra Civil y su posterior expolio. Lamentablemente, hoy apenas queda una mínima
parte de ella en el Museo Arqueológico Nacional. A pesar de ello, la reja ha
sido repetidamente alabada por los historiadores del arte, hasta el extremo de ser
considerada en todo “superior a las cosas de Benvenuto Cellini”, según dijo Elías
Tormo.
El
propósito de cercar el sepulcro con una reja fue doble. Por un lado, protegerlo
de posibles daños, sobre todo los provocados por los admiradores y los estudiantes
de la universidad, que arrancaban pequeños fragmentos de las esculturas para
llevarse una reliquia del Cisneros. Por otro, completar el programa artístico para ensalzar las virtudes del Cardenal mediante la plasmación
de un estudiado discurso iconográfico. A este respecto merece recordarse que el
encargo de la reja coincidió en el tiempo con la preparación de la biografía de
Cisneros titulada De Rebus Gestis,
escrita por Alvar Gómez de Castro y publicada por la Universidad de Alcalá en
1569.
El
contrato para la construcción de la reja fue firmado el 6 de febrero de 1566
entre el rector de la Universidad de Alcalá y el maestro de
la Catedral de Toledo Nicolás de Vergara, apodado El Viejo para distinguirle de
su hijo. El artista tomó medidas y realizó un primer diseño en el que introdujo
cariátides en los ángulos, con bajorrelieves en sus pedestales y alegorías de
cuatro virtudes en los remates. No obstante, pasaron varios años sin
que pudiera avanzar nada debido a la carga de trabajo que tenía pendiente en la
catedral primada, donde realizó algunas vidrieras y los dos atriles del coro.
Vergara
El Viejo falleció el 11 de agosto de 1574 y la obra de la reja fue heredada por
su hijo, Nicolás de Vergara El Mozo, quien modificó el diseño original en 1583.
La novedad más importante fue la sustitución de las cariátides de los ángulos
por columnas de orden dórico, adornadas con festones y laureles. Encima de
ellas puso los pedestales labrados con bajorrelieves y sobre ellos las
alegorías de las virtudes. Las barandillas siguieron el modelo diseñado por su padre, alternando dos tipos de barrotes e incluyendo pequeños obeliscos y copas como remate, además
de un escudo de Cisneros en el centro de cada lado.
El Mozo también incumplió los plazos y
tuvo que recibir varias prórrogas por la complejidad del proceso de fundición y otras circunstancias. El segundo diseño fue
progresivamente simplificado, sustituyéndose las alegorías de las
esquinas por jarrones decorados, también de gran calidad. Por fin, en 1591 la obra fue terminada e instalada alrededor del sepulcro, en la Capilla Mayor
de San Ildefonso. El largo proceso constructivo provocó un amplio desfase
entre el presupuesto inicial y el coste final de la reja, de tal forma que las
autoridades universitarias se negaron a pagar el sobrecoste y Vergara
El Mozo interpuso contra ellos un pleito en el Consejo Real de Castilla. Finalmente se llegó a un arreglo gracias a una tasación externa facilitada por el escultor Pompeo Leoni, y el asunto se resolvió mediante una carta de concordia firmada el 5 de junio de 1593. El precio final de la reja de bronce quedó establecido en 9.100 ducados y Nicolás de Vergara El Mozo cobró el
dinero que le faltaba.
Compositivamente, la reja era un rectángulo formado con cuatro barandillas armadas por columnas estriadas dóricas en las esquinas. Sobre cada columna se elevaba un pedestal que sostenía un jarrón decorado con cisnes y cabezas de carneros, de las cuales colgaban guirnaldas. Los pedestales estaban labrados con magníficos bajorrelieves alusivos a las virtudes y hazañas de Cisneros. Los tramos de barandilla estaban articulados por balaustres que alternaban en su centro un medallón con una cabeza o un prisma con figuras adosadas a sus cuatro caras. Se contaban diecinueve balaustres en los tramos largos y quince en los cortos, que correspondían a la cabecera y a los pies del sepulcro. Uno de cada cuatro balaustres estaba rematado con una copa decorada con tritones, que sobresalía por encima del pasamanos. Por último, en mitad de los tramos cortos se situaban dos escudos heráldicos de Cisneros flanqueados por cisnes, como alegoría de su apellido, y unos atlantes desnudos de impronta muy miguelangelesca.
Compositivamente, la reja era un rectángulo formado con cuatro barandillas armadas por columnas estriadas dóricas en las esquinas. Sobre cada columna se elevaba un pedestal que sostenía un jarrón decorado con cisnes y cabezas de carneros, de las cuales colgaban guirnaldas. Los pedestales estaban labrados con magníficos bajorrelieves alusivos a las virtudes y hazañas de Cisneros. Los tramos de barandilla estaban articulados por balaustres que alternaban en su centro un medallón con una cabeza o un prisma con figuras adosadas a sus cuatro caras. Se contaban diecinueve balaustres en los tramos largos y quince en los cortos, que correspondían a la cabecera y a los pies del sepulcro. Uno de cada cuatro balaustres estaba rematado con una copa decorada con tritones, que sobresalía por encima del pasamanos. Por último, en mitad de los tramos cortos se situaban dos escudos heráldicos de Cisneros flanqueados por cisnes, como alegoría de su apellido, y unos atlantes desnudos de impronta muy miguelangelesca.
La decoración
más significativa se concentraba en estos escudos, en los jarrones de los
ángulos y en los cuatro frentes de los pedestales. En ellos se desarrollaban
quince bajorrelieves que representaban diferentes acciones políticas y
religiosas de la biografía del Cardenal, acompañados de inscripciones
latinas en la base que aclaraban su interpretación. El programa iconográfico se organizaba de esta forma. En el primer pedestal se representaban
sus empresas religioso-culturales, como la restauración del rito mozárabe en Toledo y la impresión de la Biblia Políglota Complutense en la Universidad de Alcalá. En el segundo pedestal se veían los principales
acontecimientos de la vida eclesiástica de Cisneros, como su retiro espiritual en el monasterio de La Salceda, su nombramiento como arzobispo de Toledo y su reforma del clero. En el tercero aparecían sus principales logros políticos, como la conquista de Orán, la conversión de los moriscos de Granada y sus regencias del reino de Castilla. Y en el cuarto pedestal se hacía mención a sus fundaciones, como el Hospital de Illescas, el convento de San Juan de la Penitencia en Toledo y la Iglesia Magistral de Alcalá de Henares.
En resumen, la obra tenía como objetivo ensalzar la figura heroica del
Cardenal a través de sus principales hazañas. Para mayor claridad, uno de los
frentes del primer pedestal, situado a la derecha de los pies del sepulcro, no estaba
labrado, sino que mostraba una leyenda en latín, que miraba hacia el
espectador y complementaba el epitafio del sepulcro. La traducción dice:
“Deja extraño de admirar las marmóreas figuras y férrea verja hecha por
admirable mano. Admira la virtud del varón que, en doble y perenne lauro, fue
dos veces digno de la cumbre del poder”.