Esta obra de tema histórico es una de las primeras pinturas importantes de Francisco de Goya. Su título completo es Aníbal vencedor contempla por primera vez Italia desde los Alpes y fue realizada por el pintor aragonés durante su viaje a Italia, con la intención de probar fortuna en un concurso convocado por la Academia de Bellas Artes de Parma, en 1771. Dicha academia había establecido claramente las condiciones en que debían presentarse las obras candidatas:
«Estará Aníbal de tal guisa, que alzándose la visera del casco y volviéndose hacia un genio que le toma de la mano, indicará de lejos las bellas campiñas de la Italia sometida, y de sus ojos y de todo su semblante se traslucirá la interna alegría y la noble confianza en las próximas victorias.»
Goya siguió efectivamente estas recomendaciones, como demuestran tanto los dibujos preparatorios de su Cuaderno italiano, como el boceto que se guarda hoy en el Museo de Zaragoza, y por supuesto el cuadro definitivo, conservado en la Fundación Selgas-Fagalde de Asturias. Así está representado el general cartaginés Aníbal en el centro de la composición, secundado por un genio alado y un jinete portador de un enorme estandarte. A la izquierda de este grupo, en la distancia, se intuye el fragor de una batalla de la que Aníbal ha salido victorioso, mientras que a la derecha se divisan otros soldados a caballo, en actitud de iniciar el descenso desde las montañas hasta las llanuras de Italia.
El artista añadió, no obstante, otros detalles de su cosecha que otorgan a la pintura un carácter más significativo e intelectual. En primer plano, en la esquina izquierda, una figura con cuerpo de hombre y cabeza de buey, reclinada sobre un ánfora de la que mana agua. Es una alegoría de Lombardía, la región italiana más próxima a los Alpes, o más concretamente una alegoría del río Po, según se representa en el tratado de Iconología de Cesare Ripa. Arriba, en la esquina opuesta, baja del cielo entre nubes la figura de la Victoria, que sostiene en una mano una corona de laurel y en la otra una rueda de la fortuna.
La historia de Aníbal constituye uno de los modelos más extraordinarios de la historia militar universal. Inspirado por su padre Amílcar Barca, desde niño juró odio eterno a los romanos. Convertido en general en jefe de los cartagineses, inició la Segunda Guerra Púnica en el 219 a. C., cuando atacó la ciudad Sagunto. Entonces organizó un fabuloso ejército de 70.000 soldados de infantería, 12.000 jinetes y varias docenas de elefantes, con los que se dirigió a Roma por Cataluña y el Mediodía francés, para atravesar después la cordillera de los Alpes y entrar en tromba en Italia. Durante los años siguientes derrotó sucesivamente a las legiones enemigas en las batallas de Tesino, Trebia, Trasimeno y Cannas, pero en el último momento no se decidió a atacar directamente a Roma. La duda fue aprovechada por el general romano Escipión, que trasladó la guerra a Hispania con el fin de cortar las vías de suministro de Aníbal y atacar su retaguardia. Aníbal no tuvo más remedio que retirarse a Cartago. Allí se enfrentó con Escipión, en la definitiva batalla de Zama, en el año 202 a. C. Pero la suerte de Aníbal ya estaba echada y Cartago salió finalmente derrotada, convirtiendo a Roma en la primera potencia del mundo y la única dominadora del Mediterráneo occidental.
El cuadro de Goya recoge aquel primer instante de gloria, en el que los ejércitos cartagineses habían superado el obstáculo natural de los Alpes y se disponían a invadir Italia, seguros de su victoria. El conjunto muestra un innegable conocimiento de la historia y la cultura clásica por parte del pintor, además de una apuesta firme por los planteamientos artísticos del neoclasicismo, característica en las primeras etapas de la obra de Goya. La calidad del dibujo, la creación de efectos atmosféricos de gran riqueza y la acertada solución compositiva son algunos de los aciertos más notables del cuadro. No en vano, el jurado del concurso otorgó a Goya una mención especial, aunque también criticó la falta de realismo del colorido, que en este caso se justificaba por el hecho de representar una historia heroica, situada fuera del tiempo y en un espacio que no es del todo exacto respecto de la realidad geográfica.