Esta obra maestra del arte maya procede del yacimiento
arqueológico de Yaxchilán (Piedras Verdes), situado en la cuenca del río
Usumacinta, en el Estado mexicano de Chiapas. Forma parte de una serie de tres
paneles de piedra caliza que decoraban el dintel de la puerta central de la
denominada Estructura 23. El sitio fue documentado y excavado por primera vez
en 1882, por el explorador inglés Alfred P. Maudslay, razón por la cual este
dintel, el nº 24, junto con el nº 25 y otras piezas arqueológicas también provenientes
de Yaxchilán, se conservan hoy en el Museo Británico de Londres; el tercer
dintel de la serie, el nº 26, está depositado en el Museo Nacional de
Antropología de México.
La Estructura 23 de Yaxchilán pertenece al
Período Clásico Tardío y está dedicada a K'ab'al Xook, esposa del rey Escudo-Jaguar
II. Es un edificio especialmente significativo porque fue el primero que se
construyó en la ciudad después de un intervalo de 150 años de inactividad edilicia.
Su ornamentación comprende un programa iconográfico centrado en la refundación
de Yaxchilán y la legitimación del gobierno de la dinastía de Escudo-Jaguar. Con
este objetivo representa al rey y a la reina dando cumplimiento a diversos
rituales religiosos, desarrollados para conmemorar su ascensión al trono.
La escena que muestra el dintel nº 24 está
relacionada con la obligación que tenían los soberanos mayas de verter su
propia sangre para apaciguar a los dioses. A la derecha, arrodillada, se
encuentra la reina Xook en el acto de pasarse una cuerda espinosa por un
agujero practicado en la lengua mientras su esposo el rey Escudo-Jaguar la
alumbra con una antorcha llameante. Las púas de obsidiana de la cuerda son
claramente visibles aunque no tanto el derramamiento de sangre, limitado a unos
tenues regueros alrededor de la boca de Xook. En el suelo, no obstante, hay
preparado un cesto con unas tiras de papel cuya función es recoger las gotas de
sangre del sacrificio. Por su parte, la antorcha que porta el monarca nos
revela que el ritual está teniendo lugar en la oscuridad de la noche o en el
interior de un templo.
El relieve posee algunas de las características
más destacadas de la escultura maya: el borde rectangular que enmarca toda la
composición, la diferencia de plano entre las figuras y el fondo rehundido, la
representación de las figuras de perfil, la técnica del bajorrelieve para
marcar los volúmenes, la coloración con pigmentos (se observan restos de azul
maya, turquesa y rojo), y la introducción de elementos de escritura jeroglífica
que documentan la obra. En este caso concreto, los glifos tallados en el lateral
izquierdo contienen el nombre y los títulos de la reina K'ab'al Xook, mientras
que los de la esquina superior indican la fecha exacta en que tuvo lugar el
sacrificio (24 de octubre del año 709), y el nombre de la ciudad-estado de
Yaxchilán.
En la estructura socio-religiosa de los
mayas, los reyes actuaban como intermediarios entre los dioses y el pueblo
llano. El rol del monarca como nexo de unión entre la esfera divina y la humana
se expresaba en múltiples aspectos. Su vestimenta incluía muchos atributos de
dioses, no con la intención de disfrazarse de ellos sino de adoptar su
identidad divina. Además, debían efectuar rituales públicos, cuya función era
influir favorablemente en el destino de toda la población. Así, en su papel de
dioses, ejecutaban danzas dramáticas sobre la creación del mundo y sobre otras
grandes historias de la mitología mesoamericana. También se exhibían
públicamente en las principales ceremonias y en ocasiones consumían sustancias
alucinógenas para entrar en trance e inducir visiones acerca del Más Allá. La
participación de los soberanos era siempre considerada como el punto culminante
de la vida religiosa de los mayas.
Pero el ritual más importante al que estaban
obligados era el sacrificio de sangre real. Los soberanos varones se perforaban
la lengua, los lóbulos de las orejas o los genitales con aguijones de manta
raya, con alfileres de hueso o con puntas de obsidiana para extraerse sangre. Por
su parte, las reinas se pasaban una cuerda espinosa por un agujero abierto en la
lengua, como hemos visto que hacía la dama Xook. La ofrenda de sangre debía
empapar por completo unas tiras de papel que luego se colocaban en unos incensarios
especiales. Allí se mezclaban con incienso, resinas y otros productos para
producir un humo sagrado que debía servir de alimento a los dioses.
La inmolación, el autocastigo y los
sacrificios humanos eran una constante en la religión maya, al igual que en
otras culturas precolombinas y también de otras latitudes geográficas. Desde el
punto de vista de la antropología, los ritos pretenden sobre todo garantizar la
cohesión social y mantener el orden establecido mediante la realización de actos
colectivos, que refuerzan los sentimientos
de pertenencia a la comunidad. En aquellas sociedades en las que la
lucha por la supervivencia es especialmente dura, con frecuencia se desarrolla una
mitología basada en divinidades terribles, caprichosas y vengativas. Por esta
razón los dioses deben ser aplacados e inspirados de forma positiva para
favorecer la prosperidad de los hombres. Es una forma simbólica de explicar por
qué el mundo es tan cruel y la vida resulta tan complicada. Y así lo creían los
mayas.
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