lunes, 19 de agosto de 2019

SAN BRUNO

Las imágenes que presentamos hoy constituyen dos de las representaciones barrocas más arquetípicas de San Bruno de Colonia, un sacerdote alemán del siglo XI que fundó la orden de los Cartujos. La primera es un lienzo de Zurbarán, de 122 x 64 cm, que se encuentra en el Museo de Cádiz y la segunda es una impresionante escultura de tamaño natural realizada por el portugués Manuel Pereira, que puede admirarse en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. 
San Bruno era canónigo de la iglesia de San Cuniberto, en Colonia, y en 1056 se trasladó a Reims para enseñar gramática y teología en su escuela catedralicia. Al cabo de unos años, su deseo de hacerse monje contemplativo le impulsó a dejar la ciudad francesa y vivir durante un tiempo como ermitaño. El obispo Hugo de Grenoble le ofreció entonces unas tierras en Chartreuse para construir, junto con un grupo de seis discípulos, un pequeño oratorio que se convirtió en la primera fundación de una nueva orden religiosa. Este oratorio se rodeó de una serie de celdas similares a las de los monasterios benedictinos pero añadió otros elementos característicos del eremitismo de Egipto y Palestina. La fama de su piedad y estricta observancia le llevaron a ser convocado por el papa Urbano II para que dirigiera la reforma del clero; este hecho oficializó la creación de la orden de los Cartujos mediante el desarrollo de nuevos monasterios. 
Las cartujas se distinguieron por un estilo de vida muy austero, riguroso en el cumplimiento de las normas morales y básicamente contemplativo; su gran novedad fue la introducción de un voto particular de silencio, que se unió a los tres votos tradicionales de otras órdenes religiosas. La organización arquitectónica de una cartuja es diferente a la de otros monasterios, porque cada monje tiene que vivir de forma aislada en una celda personal y el claustro es un lugar de paso hacia las estancias comunes, como la cocina, el lavadero, el refectorio y los talleres. 
En cuanto a la iconografía del santo fundador, esta es claramente identificable. San Bruno aparece siempre con la cabeza tonsurada, vestido con un hábito blanco y una capucha característicos de su orden. Puede tener los brazos sobre el pecho en actitud mística o con el índice en la boca, en señal de silencio. Entre sus atributos, destaca una rama de olivo, alusiva a un pasaje del Salmo 51, y siete estrellas que hacen referencia a una visión que tuvo el obispo Hugo de Grenoble sobre San Bruno y sus discípulos. También son habituales una calavera o una cruz, símbolos de la meditación eremítica, y una mitra arzobispal o un globo terráqueo, ejemplos de su desprecio hacia las cosas materiales.
El cuadro de Zurbarán procede de la Cartuja de Nuestra Señora de la Defensión, de Jerez de la Frontera y está fechado en 1637-1639. Gran parte de la colección pictórica de aquel monasterio fue expoliada por los franceses en la Guerra de la Independencia, de tal suerte que hoy se encuentra repartida por varios museos del mundo, mientras que los cuadros restantes, como este, acabaron en el Museo de Cádiz tras la Desamortización de 1836. Este lienzo formaba parte de una serie de siete santos cartujos, de tamaño natural, que decoraba el pasillo del sagrario, por detrás del altar mayor de la iglesia. Por este pasillo, largo y oscuro, sólo cabía una persona, así que estos personajes suponían una compañía celestial que anticipaba el acceso al sancta-sanctorum. 
Formalmente, aglutina los principales elementos de la pintura de Zurbarán, que fue seguramente el mejor intérprete de la religiosidad monástica. Entre ellos destaca la precisión del dibujo, un claroscuro de fuerte contraste que supera el tenebrismo de principios del siglo XVII, una aplicación intensa y en grandes superficies del color, una composición minimalista y directa con figuras de tamaño monumental, y un acusado naturalismo tanto en el rostro, de una extraordinaria calidad retratística, como en los ropajes y los objetos. Como peculiaridad iconográfica, merece la pena detenerse en el modo en que San Bruno sostiene la cruz, blandiéndola como un arma, lo que nos remite a la imagen de un miles Christi o «soldado de Cristo» típica del catolicismo de aquel momento, en lucha constante con la herejía. Esta imagen, habitual en el arte contrarreformista, se repite en otras obras contemporáneas como el famoso retrato de la venerable madre Jerónima de la Fuente, pintado por Velázquez en 1620.
En cuanto a la escultura de Manuel Pereira, está realizada en piedra y fechada hacia 1652, cuando el artista tenía casi 65 años. Procede de la Cartuja del Paular, en Madrid, y fue trasladada a la Academia de San Fernando en 1836, también como consecuencia de la Desamortización de Mendizábal. Por el material en el que está fabricada, es una obra poco frecuente en el contexto de la escultura española del Siglo de Oro, cuya producción esencial fue de imágenes talladas en madera policromada. Muestra al santo de cuerpo entero, envuelto en amplios ropajes que marcan potentes pliegues en sentido diagonal. El primero de ellos conecta el rostro, de gran realismo, con la mano en el pecho y la mitra arzobispal abandonada a los pies; el segundo se sirve de la pierna adelantada y el pie, que sobresale por debajo del hábito, para oponerlos a la calavera sostenida por la mano izquierda del santo. Este juego de diagonales enfatiza la iconografía de San Bruno, que contempla la calavera en actitud mística rechazando los asuntos mundanos.

2 comentarios:

  1. Gracias,me encanta todo lo que la iconografía nos dice, todavía existirá esta orden?

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  2. Gracias a tí por seguirme. La orden de los cartujos todavía existe. Hay 23 cartujas (18 de monjes y 5 de monjas) en todo el mundo, que suman un total aproximado de 270 monjes y 60 monjas repartidos por monasterios de Europa, América y Asia.

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Este blog pretende ser un recurso didáctico para estudiantes universitarios, pero también un punto de encuentro para todas aquellas personas interesadas por la Historia del Arte. El arte es un testimonio excepcional del proceso de la civilización humana, y puede apreciarse no sólo por sus cualidades estéticas sino por su función como documento histórico. Aquí se analiza una cuidada selección de obras de pintura, escultura y otras formas de expresión artística, siguiendo en ciertos aspectos el método iconográfico, que describe los elementos formales, identifica los temas que representan e interpreta su significado en relación a su contexto histórico y sociocultural.