martes, 19 de junio de 2012

HUGO BALL EN EL CABARET VOLTAIRE

El Cabaret Voltaire de Zurich fue inaugurado el 5 de febrero de 1916 por un grupo de escritores que deseaban romper con los convencionalismos sociales y con el tradicionalismo de la cultura occidental. Entre los fundadores se encontraban el poeta Hugo Ball y su compañera Emmy Hennings, a los que se unieron poco después el poeta y pintor Hans Arp, el artista Marcel Janco y el poeta Tristan Tzara. El Cabaret Voltaire se convirtió en el escenario perfecto donde desarrollar su exaltada creatividad, que pronto adquirió un carácter esencialmente provocador. El local se encontraba en la planta superior de un teatro, cuyas serias representaciones eran motivo frecuente de burla.
Las experiencias artísticas iniciadas en el Cabaret Voltaire y después secundadas por artistas de otros países, se agruparon bajo la etiqueta de Dadaísmo. El término proviene de «dadá», una palabra que no tiene significado alguno y que Tristan Tzara se encontró por casualidad al abrir un diccionario. Para aquellos creadores era tanto una forma de protesta como un símbolo del caos desatado en Europa a raíz de la Primera Guerra Mundial.
El Dadaísmo sobrevaloró el azar, el juego, la irracionalidad, el nihilismo y la subversión como procesos artísticos especialmente fecundos. Por el contrario, atacó ferozmente los valores establecidos tanto en los aspectos moral y social como en relación con la cultura. Todo ello se manifestó de manera elocuente en el Cabaret Voltaire, donde las veladas incluían frecuentes peleas, ruidos y algaradas, junto con mascaradas, bufonerías y otras expresiones artísticas que podríamos considerar alternativas.
Habitualmente, Hugo Ball tocaba el piano mientras Emmy Hennings cantaba y Tristan Tzara y Marcel Janco leían simultáneamente poemas absurdos. Algunos de estos poemas eran compuestos de forma espontánea, improvisando en el mismo momento o uniendo palabras al azar. El resultado era bastante chocante y, por supuesto, no tenía ningún sentido. Tal efecto era enfatizado por el contraste subyacente entre la figura menuda y reservada de Hugo Ball y la expansiva agresividad de Tristan Tzara, lo que por sí mismo constituía un verdadero espectáculo. Por si esto fuera poco, Tzara solía interrumpir sus declamaciones con gritos, sollozos, silbidos, golpes, ruidos de percusión y campanillas. En ocasiones también increpaba al público o le invitaba a participar. El propio Ball lo explicaba así en su diario Die Flutch aus deir Zeit:
«Lo que llamamos Dadá es una arlequinada compuesta de nada, en la que están involucradas todas las grandes cuestiones, un gesto de gladiador, un juego con ruinas viles, una ejecución de la moralidad y la plenitud como posturas.»
La fotografía con la que nos divertimos hoy para celebrar que este blog ha superado ya las 100.000 visitas, muestra una de las famosas actuaciones de Hugo Ball en el Cabaret Voltaire, en 1916. El poeta se disfrazó con un traje denominado «cubista», formado por varias estructuras cilíndricas que cubrían parte de su cuerpo. Según las descripciones conservadas, estaba realizado de cartón y coloreado de un azul brillante que contrastaba con la capa, de tono escarlata por dentro y dorado por fuera. Esta combinación tan estridente era rematada por una especie de sombrero de copa muy alto, decorado con rayas verticales en blanco y azul. Ataviado de esta guisa, Ball declamaba solemnemente su poema sonoro Karawane, del que se incluye al final de este post una interpretación moderna, disponible en YouTube.
Con este tipo de interpretaciones los dadaístas pretendían rescatar el sentido original de las palabras y de las frases, a pesar de lo absurdo que pudiera parecer el resultado. Querían restaurar la magia inherente al lenguaje como medio de expresión per se, valorando otras formas de creación artística no convencionales. Y al contrario que otras vanguardias, no buscaban soluciones definitivas ni perfeccionamientos técnicos. Dadá no seguía ningún programa establecido y su única ley fue la negación y la destrucción de todas las manifestaciones artísticas existentes.
La neutralidad suiza durante la guerra, una cierta sensación de aburrimiento ante un ambiente en el que apenas sucedía nada, y la fuerte oposición de la conservadora sociedad de Zurich, llevaron a que el Cabaret Voltaire fuese clausurado poco tiempo después de su inauguración. Con el paso de los años, el local fue abandonado y llegó a encontrarse en un pésimo estado de conservación. A principios de 2002 un grupo de artistas autodenominado Neo-Dadaístas, ocupó y redecoró el Cabaret Voltaire como símbolo para una nueva generación de artistas. Durante un período de tres meses se celebraron actuaciones, fiestas, veladas poéticas y proyecciones de cine en las que participaron miles de personas. Finalmente, el 2 de marzo de 2002 la policía expulsó a los okupas y el edificio fue transformado en un museo conmemorativo del Dadaísmo.

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2 comentarios:

  1. Dr. Josué Llull
    No quize dejar pasar sin comentar su artículo de Hugo Ball, dueño del café cabaret y cuna del movimiento Dadá, para así como apasionado de la Historia -soy historiador con Maestría- que el grupa de Tristan Tzara quería es que cayeramos en la provocación de sus creadores al ver en el público la reacción para advertir desde la palabra misma la ironía de su nombre. Sin duda alguna el significado de la palabra no importaba para los dadaísta pero se identificaron con el término por que era lo que querían mostrar en sus obras.
    Finalmente sus artículos son excelentes y ayudan a investigar más sobre el tema. Lo felicito Dr.

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  2. Excelente reseña de los origenes del movimiento Dadá. Ese café refleja el espíritu, ambiente donde nació el Dadaísmo entre placeres, fiestas y ocio.
    Buen Artículo Dr. Josué Llull

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Este blog pretende ser un recurso didáctico para estudiantes universitarios, pero también un punto de encuentro para todas aquellas personas interesadas por la Historia del Arte. El arte es un testimonio excepcional del proceso de la civilización humana, y puede apreciarse no sólo por sus cualidades estéticas sino por su función como documento histórico. Aquí se analiza una cuidada selección de obras de pintura, escultura y otras formas de expresión artística, siguiendo en ciertos aspectos el método iconográfico, que describe los elementos formales, identifica los temas que representan e interpreta su significado en relación a su contexto histórico y sociocultural.