lunes, 24 de noviembre de 2014

LA REVUELTA. LA CARGA

Las transformaciones sociales y económicas producidas durante el siglo XIX por la Revolución Industrial afectaron gravemente a las ciudades, que empezaron a desarrollarse a gran escala, tomando la forma de gran urbe o metrópolis capitalista. En la historia mundial del proceso de urbanización este nuevo modelo, denominado «ciudad industrial», se superpone o sustituye drásticamente a las viejas ciudades de herencia medieval, y adquiere una serie de características significativas.
Entre estas características están las actividades económicas secundarias y terciarias, el crecimiento demográfico motivado en gran medida por el éxodo rural, el desarrollo de los transportes, la construcción de numerosas infraestructuras y servicios públicos como el alumbrado, el agua corriente y el alcantarillado, la intervención de las instituciones políticas en la ordenación urbanística, la aplicación de reformas para modernizar la morfología y las funciones de la trama urbana preexistente, una nueva zonificación de la ciudad que responde a las distintas necesidades sociales de la burguesía (ensanches) y del proletariado (suburbios fabriles), y finalmente, la consolidación de un estilo de vida netamente urbano, por completo diferente del que se daba en el campo.
Todo esto afectó a la imagen de la ciudad, que pasó a ser un tema de enorme interés para la literatura y el arte desde mediados del siglo XIX. A diferencia de los paisajistas y los pintores topógrafos de la Edad Moderna, que preferían ofrecer visiones panorámicas embellecidas de la ciudad en su conjunto, o de partes muy emblemáticas de la misma, los artistas contemporáneos se preocuparon por retratar visiones de la vida cotidiana. Dependiendo de la corriente artística a la que se adscribieron, estas visiones profundizaron más en los aspectos sociales, en los efectos de la luz artificial, en las innovaciones tecnológicas o en representaciones simbólicas más o menos pesimistas acerca del fenómeno urbano. En este post y en otros sucesivos vamos a repasar algunas obras significativas de cada una de estas corrientes.
Los primeros artistas que se atrevieron a expresar esta nueva imagen de la ciudad fueron los realistas del segundo tercio del siglo XX, que profundizaron en los problemas sociales derivados de la Revolución Industrial. Un ejemplo paradigmático, que reproducimos en primer lugar, es el cuadro titulado La revuelta (1860), de Honoré Daumier. Hábil caricaturista, Daumier representa de forma sintética un tumulto callejero ambientado en la revolución de 1848 en París. El paisaje urbano apenas se vislumbra al fondo, siendo en cambio los obreros en huelga los que llenan la mayor parte de la composición, extraordinariamente dinámica, por cierto. Pero los personajes no están retratados con detalle, tienen rostros abocetados y en cierto modo anónimos. Exceptuando el protagonista central, que se destaca por su camisa blanca y por su vehemente gesto con el brazo, todos los demás constituyen un arquetipo social, el de la masa social del proletariado luchando unida por sus derechos.
Obras como ésta propusieron una imagen conflictiva de la ciudad y de sus gentes, que resultaba diametralmente opuesta a la que se había dado en todo el arte anterior. Como consecuencia de ello, la expresión artística debía ser igualmente distinta. Es lo que se aprecia en determinados aspectos técnicos de esta pintura, como la composición, el abocetamiento de los rostros, el grueso perfil negro que limita las figuras y un cierto nivel de caricaturización.
De temática similar es La carga (1902) de Ramón Casas. En ella se muestra la dureza de la represión dirigida por la Guardia Civil contra un grupo de manifestantes en el área industrial de Barcelona. El episodio, ocurrido el 17 de febrero de 1902, es bien conocido porque tuvo lugar en el contexto de una huelga que paralizó por completo la Ciudad Condal. La composición es extremadamente audaz al quedar un gran espacio vacío en el centro del cuadro como consecuencia de la huída de los obreros, que se apelotonan hacia la izquierda. Al fondo se distinguen las fábricas y más atrás el paisaje de la ciudad, presidido por la silueta de la iglesia de Santa María del Mar. Un detalle especialmente dramático es el hombre caído a la derecha del primer plano, que está a punto de ser embestido por el guardia que le persigue a caballo. Aunque el lenguaje es realista, el colorido, la composición y el encuadre, que corta arbitrariamente las figuras de los lados, es de una enorme modernidad. No en vano el autor fue considerado una de las grandes figuras del movimiento modernista catalán, de clara influencia francesa.
Lo más curioso del caso es que esta obra fue premiada con una medalla de primera clase en la Exposición Nacional de Pintura de 1904, certificando una clara aceptación hacia este tipo de representaciones artísticas de tema social, por parte de las autoridades. El arte una vez más, asumía la función de expresar los problemas de su tiempo. 



 

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Este blog pretende ser un recurso didáctico para estudiantes universitarios, pero también un punto de encuentro para todas aquellas personas interesadas por la Historia del Arte. El arte es un testimonio excepcional del proceso de la civilización humana, y puede apreciarse no sólo por sus cualidades estéticas sino por su función como documento histórico. Aquí se analiza una cuidada selección de obras de pintura, escultura y otras formas de expresión artística, siguiendo en ciertos aspectos el método iconográfico, que describe los elementos formales, identifica los temas que representan e interpreta su significado en relación a su contexto histórico y sociocultural.