jueves, 22 de marzo de 2012

LAS JAMBAS DE LA IGLESIA DE SAN MIGUEL DE LILLO

La iglesia de San Miguel de Lillo, situada en las proximidades de Oviedo, es uno de los monumentos más representativos del prerrománico asturiano. Fue erigida por el rey Ramiro I (842-850) como elemento integrante de un conjunto suburbano de carácter palatino, en la ladera del Monte Naranco. De este conjunto sólo se conserva hoy parte de las naves de la iglesia de San Miguel y el vecino palacio de recreo que posteriormente fue convertido en la iglesia de Santa María del Naranco.
Las jambas de la entrada principal de la iglesia de San Miguel están decoradas con dos bajorrelieves de extraordinario interés artístico. Están esculpidas con un estilo bastante tosco y poco naturalista pero encierran una curiosa iconografía que merece la pena analizar. Las imágenes son idénticas en ambas jambas. Se disponen en tres rectángulos enmarcados y separados entre sí por cenefas, que combinan motivos geométricos y el característico sogueado del arte asturiano. La escena central muestra un acróbata ejercitándose con una pértiga, acompañado por un león y un domador. En los rectángulos superior e inferior se repite el mismo motivo: un personaje principal, sentado en un trono y escoltado por dos asistentes, parece presidir el espectáculo mientras sostiene un cetro en la mano izquierda y una mappa en la mano derecha. La mappa era un pañuelo que contenía arena y que, en el mundo romano, se arrojaba a la pista del circo para señalar el inicio de las carreras.
Los historiadores del arte siempre han relacionado esta iconografía con la del díptico bizantino del cónsul Areobindo (año 506), del que existen dos ejemplares, uno en el Hermitage de San Petersburgo y otro en el Museo de Cluny, en Francia. Ciertamente, el modelo de los dípticos consulares romano-bizantinos, en los que hay talladas escenas similares, parece ser el modelo de inspiración más directo de los relieves de San Miguel de Lillo. Lo inusual es que a pesar de servir de decoración a una iglesia cristiana altomedieval ostenten una iconografía no religiosa y poco apropiada, ambientada en el mundo pagano de los ludi (juegos) romanos.
Sin embargo, este tipo de asociación era común en los templos palatinos de Bizancio y fue imitada por la corte ramirense como una forma de dignificar su prestigio político. Con este fin, la monarquía asturiana buscó la conexión con el mundo clásico, recibiendo con los brazos abiertos la influencia bizantina en su cultura y su arte. El profesor Isidro Bango advirtió que los relieves de San Miguel de Lillo representan con toda probabilidad al rey Ramiro I de Asturias, presentándolo con los atributos de poder y las funciones de gobierno de un cónsul de la Antigüedad. Se trata, pues, de una imagen triunfal que utiliza determinados símbolos romano-bizantinos para justificar las pretensiones imperiales del naciente Reino de Asturias, que desde la batalla de Covadonga luchaba por construir su identidad política frente a la amenaza musulmana.
La vuelta a la cultura clásica era una forma de consolidar esa identidad, heredada de la Hispania tardorromana anterior a la invasión de los árabes en el año 711. Sólo un objetivo político de tal importancia podía tolerar la presencia en una iglesia cristiana de una imagen como esta, de temática circense y pagana. Semejante temática también se justifica por la importancia de la tradición romana durante la Alta Edad Media, que mantuvo durante siglos la popularidad de los ludi y aún pervivía por las fechas en que realizaron los relieves de San Miguel de Lillo. Esta pervivencia del sustrato romano no se dio sólo en Asturias sino también en otros muchos lugares, como en la Europa Carolingia. Y ello a pesar del rechazo al mundo de los juegos, el hipódromo y el teatro, que fue recurrente entre intelectuales cristianos como Tertuliano, San Agustín, San Juan Crisóstomo o San Isidoro de Sevilla. 

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Este blog pretende ser un recurso didáctico para estudiantes universitarios, pero también un punto de encuentro para todas aquellas personas interesadas por la Historia del Arte. El arte es un testimonio excepcional del proceso de la civilización humana, y puede apreciarse no sólo por sus cualidades estéticas sino por su función como documento histórico. Aquí se analiza una cuidada selección de obras de pintura, escultura y otras formas de expresión artística, siguiendo en ciertos aspectos el método iconográfico, que describe los elementos formales, identifica los temas que representan e interpreta su significado en relación a su contexto histórico y sociocultural.