viernes, 6 de noviembre de 2015

LA REVUELTA DE LOS CAMPESINOS

La Revuelta de los Campesinos (Peasants’ Revolt) fue un estallido revolucionario que tuvo lugar durante el reinado de Ricardo II en Inglaterra. Contrariamente a la imagen arquetípica que en ocasiones se tiene una sociedad sufriente y sumisa, en la Edad Media fueron bastante frecuentes las reivindicaciones sociales. Apenas unas décadas atrás, en 1358, se había producido en las zonas rurales de Francia una sublevación popular conocida como Jacquerie. El nombre le viene de «Jacques», un apelativo desdeñoso con el que los nobles se referían a los siervos y campesinos que trabajaban en sus tierras. Precisamente, las críticas contra la nobleza estuvieron entre las causas que desencadenaron la Jacquerie, además de la miseria económica provocada por la Guerra de los Cien Años y la Peste Negra.
En Inglaterra, las razones de la revuelta pueden rastrearse igualmente en ese clima de tensión producido entre los campesinos arrendatarios y los señores terratenientes. La elevada mortalidad de la pandemia había provocado importantes cambios demográficos, económicos y sociales que afectaron seriamente al sistema feudal. Pero el detonante fue la instauración de un nuevo impuesto introducido por la monarquía en 1381, para defender el reino de una posible invasión francesa. Este impuesto fue el triple de gravoso que los que se habían decretado en años anteriores, y se pretendió imponer a todo el mundo por igual, sin tener en cuenta los ingresos ni la posición de vasallaje. Ello suponía transferir a las clases populares la financiación de la guerra, que correspondía por tradición a la nobleza. Por tanto, es comprensible que se recibiera con disgusto no sólo por los campesinos y arrendatarios, sino también por los hombres libres y por las autoridades locales.
En mayo de 1381, los recaudadores del rey fueron rechazados con enorme hostilidad en los ducados de Essex y Kent. Los campesinos se levantaron en armas y formaron una milicia de 10.000 hombres, enardecidos por las proclamas de Wat Tyler, Jack Straw y John Ball. Durante su marcha, saquearon las granjas y haciendas de la nobleza, a quien acusaban de confundir al joven rey con sus malos consejos. Una vez que llegaron a Londres, forzaron las puertas de las prisiones, destruyeron documentos fiscales, incendiaron el palacio de Juan de Gante, Duque de Lancaster, y decapitaron a varios miembros del Consejo Real, exigiendo la abolición de la servidumbre.
El suceso aparece narrado en el Libro III de las Crónicas de Jean Froissart, un manuscrito redactado exactamente por las mismas fechas, que hoy se conserva en la British Library. Además de su extraordinario valor como documento histórico, las Crónicas de Froissart constituyen una obra maestra de la miniatura tardomedieval y un verdadero antecedente de las novelas gráficas. Entre sus cualidades más destacadas se encuentra una extraordinaria riqueza en los detalles, una maravillosa variedad cromática y un renovado interés por la representación del paisaje natural, lo que le acerca a los planteamientos estéticos del Renacimiento.
La primera imagen tomada de este libro muestra al clérigo John Ball incitando al ejército de campesinos a la rebelión. El protagonista se sitúa en el centro de la imagen y está identificado con un letrero; a la izquierda, vestido de rojo y también señalado con una leyenda, se encuentra Wat Tyler, otro de los cabecillas de la insurrección. La segunda imagen representa la llegada a Londres del ejército de campesinos, y cómo el rey Ricardo II se presenta ante ellos en una barca, con el fin de emprender una negociación que acabase con la revuelta. Lo numeroso del gentío y lo inseguro de la situación hicieron desistir al rey de desembarcar. El desenlace se ve en la imagen siguiente, en la que Ricardo aparece protagonizando simultáneamente dos acciones: en una, presencia desde su caballo cómo Wat Tyler es asesinado por el alcalde de Londres, William Walworth, justo cuando el líder rebelde se disponía a sacar una daga; en la otra, el rey se dirige a la multitud para pacificar los ánimos diciéndoles «Ustedes no deberán tener capitán alguno, excepto yo».
Según las crónicas, Ricardo prometió atender a las demandas de los campesinos y garantizar una total amnistía sobre lo ocurrido. Pero el monarca no cumplió su palabra y, el 28 de junio de 1381, ordenó una expedición de castigo que venció a los insurrectos en Essex. Diecinueve líderes rebeldes fueron ahorcados y otros doce descuartizados. El 15 de julio, presidió en Saint Albans un tribunal encargado de juzgar al resto de los cabecillas, entre los que se encontraba John Ball; fueron todos condenados a muerte.
La Revuelta Campesina fue un estallido de frustración espontáneo, que estuvo mal planeado y se desarrolló sin organización. Aparentemente no consiguió nada pero, en última instancia, el parlamento no ratificó la tasa que había generado el levantamiento. Históricamente, se considera el inicio del fin de la servidumbre en Inglaterra. Una consecuencia añadida fue de carácter político; a partir de entonces, el monarca dio un giro severo hacia el autoritarismo y se mostró cada vez menos dialogante, dando lugar a lo que se llamó la «Tiranía de Ricardo» durante los últimos años de la década de 1390. Esa tendencia al absolutismo es lo que acabó por desprestigiarle, hasta el punto de que una conspiración de la nobleza, liderada por Enrique Bolingbroke, consiguió destronarle y encerrarlo en prisión, donde acabó muriendo de inanición. Con él se extinguió la Dinastía Plantagenet y comenzó el reinado de la Casa de Lancaster, de la mano de Bolingbroke, que fue coronado como Enrique IV. Según el teatro de Shakespeare, fue el mal gobierno de Ricardo lo que condujo al país a la guerra civil, la que los románticos del siglo XIX titularon «Guerra de las Dos Rosas».

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